Una noche en el refugio de Pontchartrain

Después de una breve incursión por la cocina entramos a una sala elegantemente decorada, me senté en uno de los mullidos sillones dobles y ella se sentó a mi lado, le puso azúcar a su bebida y subió las piernas al sillón colocándolas al costado, casi sentándose sobre ellas, tenía unas largas y torneadas piernas, fue dificultoso dejar de contemplarlas y ella, ya fuera por ingenuidad o a sabiendas, no me estaba facilitando la tarea de mantenerme imperturbable.
A su comentario sobre que llevaba una buena vida sonreí cómplice y deslicé mirándola de reojo -No me puedo quejar... la vida se ha decidido a tratarme bien, por fin, y los años, bueno, digamos que no me preocupan.
Cuando me contó sobre el hombre que iríamos a ver me resultó sumamente divertida la idea de ir como su guardaespaldas, mucho más me divirtió cuando hablando del estado civil del hombre se fijó en mis manos, al principio no comprendí qué buscaba, pensé que había notado algo extraño en mí, ya era un milagro que no hubiera sospechado nada teniéndome tan cerca tanto tiempo; creo que estaba no prestando atención a propósito, tenía demasiado interés en que siguiéramos juntos y charlando como para dar lugar a la sospecha. Luego me di cuenta de que se estaba fijando en si estaba casado o no, un sabor amargo me invadió la boca cuando algunos recuerdos vinieron a mi mente, aún me dolían ciertas heridas que tardarían mucho en sanar. Creo que hice un gesto adusto al que traté de sobreponerme, no quería hacerle pensar a la jovencita que estaba molesto.
-Entiendo perfectamente lo que deseas y sé lo que tramas -dije con una voz susurrante y seductora, volví a dirigir mi mirada hacia ella y noté que la traspasaba como a un cristal, mi intención no era intimidarla pero quizás ese efecto fuera justamente el que conseguiría, no podía evitar la seducción: estaba implícita en mi naturaleza por mucho que me esforzara en dominarla y mi acompañante no me facilitaba la tarea, ¿Sabría ella en qué juego peligroso se estaba metiendo? No quería arruinar la velada con mis impulsos, después de todo, ¿No había dicho Lestat que era el caballero de los vampiros? Recobré la compostura y continué -Quieres que vaya para que este hombre no trate de propasarse contigo, en el peor de los casos -dije directamente -No tengo problema en acompañarte pero sí, tendrás que resarcirme de alguna manera -volví a mirarla y sonreí de costado -Mis servicios como guardaespaldas son muy caros, aunque no encontrarás uno mejor.
Un aroma delicado y dulce me llegó desde ella, estaba sudando suavemente a pesar del frío que comenzaba a colarse en la habitación, el olor de su sangre fluía con más libertad desde sus poros, a través de su piel, también percibí que estaba perdiendo calor.
-Estas casonas antiguas son tan encantadoras como húmedas, hace frío hasta en medio del verano, ¿Te encuentras bien? -me quité el saco y se lo puse en los hombros, mis manos rozaron su cuello por unos instantes para luego volver a alejarse.

"Es cierto, no tengo esa edad, tengo 2000 años" repliqué internamente pero me abstuve de soltar palabra. La forma en que se movió cuando le dije que leía sus intenciones me dio a entender que no me equivocaba -Si se tratara de propasar lo mataría yo -aduje sonriendo con algo de maldad, no estaba mintiendo en lo absoluto. -De lo contrario no estaría cumpliendo con mis deberes de guardaespaldas -expliqué con una sonrisa cínica en los labios, a medida que me sentía en confianza mi naturaleza quedaba cada vez más expuesta, lo cual era peligroso -¿Dinero? Eso es para los simples mortales -entorné los ojos y chasqueé la lengua, mi mente me dio un alerta por mis palabras, peligrosamente cercanas a la realidad, pero ¿cómo iba ella a saberlo?
Al tiempo que murmuraba algo sobre el otro sujeto y la forma de pagarme sus manos trataron de alcanzar las mías cuando le puse mi saco sobre los hombros, luego las bajó pero la tomé por ambas muñecas con demasiada rapidez, sin darle tiempo a otro movimiento. Sus ojos que habían bajado volvieron a mirarme, claramente la estaba sujetando con fuerza aunque con gentileza, mientras por fuera permanecía impertérrito y frío, al tiempo que la miraba penetrantemente, por dentro me debatía sobre qué hacer, ella no sabía qué ponía en juego al provocarme. Por un lado quería dejarme llevar, claro. Por el otro no sabía si ella podría manejar las consecuencias. Tenía secretos cuya carga podía resultar demasiado pesada para los humanos normales, si iba a contarle alguna verdad sobre mí primero tenía que comprobar que podría sobrellevarlo y comprenderlo.
-Dainen -murmuré saboreando su nombre, le solté las manos y se las dejé sobre el regazo suavemente, alcé mi mano y le corrí un mechón de cabello de la cara -Soy un hombre más complejo de lo que parece, tengo una historia y un pasado más complicado aún, no sé si sería conveniente para ti involucrarte con alguien como yo... No quisiera lastimarte.

Sabía que mis palabras y acciones desatarían un mundo de reacciones.
"Ni tú ni yo somos dueños del futuro", cuánta verdad, hasta yo mismo con mis siglos a cuestas había cavilado sobre esta cuestión muchas veces, aunque tuviera el tiempo en mis manos tenía plena conciencia de que la muerte estaba retrasada y no vencida, la muerte de Akasha me había confirmado eso. Lo que mi compañera no sabía era que si yo la lastimaba podía no llegar a recobrarse, podía morir.
Pero quizás estaba siendo demasiado fatalista. La idea de revelarme a Dainen era absolutamente tentadora, su solo pensamiento hizo que ardiera en deseos unos instantes, luego, la voz de la razón retornó a mi mente junto con la voz de ella.
-No tengo dudas de que ambos tenemos íntimos secretos para contarnos -sostuve ante sus palabras, me fascinaba cómo estaba decidida a mantener su mirada en la mía, entre desafiante e inquisitiva, me pregunté qué vería, si podría vislumbrar algo de ese oscuro secreto que albergaba. Me resultó interesante su planteo, sin embargo tenía que ser precavido, por lo menos hasta donde mis fuerzas alcanzaran... El recuerdo de Armand pasó por mi mente, había hecho todo lo posible por esperar pero finalmente el deseo de tenerlo junto a mí pudo más que la razón y todo salió terrible después.
Me paré del sillón -Quiero compartir los míos contigo, de veras, pero necesito tiempo, vengo de una relación que me afectó hasta lo más profundo y aún no me he repuesto -me sinceré.

Pude notar por su expresión que le había dolido mi distancia, más me dolería a mí el lastimarla de una manera irreparable.
Era hermoso verla caminar, tenía una elegancia casual, ignorante de sus encantos por momentos.
-Mañana puedo acompañarte por la noche, de día no podría aunque quisiera- hice una pausa ya que me di cuenta de que podía ser demasiado revelador ese comentario -Tengo compromisos previos -aclaré -¿Sería posible que nos reuniéramos a esa hora? Me quedaría intranquilo sabiendo que estás sola con alguien de quien desconfías -expresé dejando ver un poco mi preocupación.
Entonces ella dijo aquellas palabras llenas de magia, una invitación implícita, un pedido.
Tomé su mano y mi saco cayó al suelo, pasé la otra mano por detrás de su espalda y la acerqué a mí hasta que su pecho quedó contra el mío, le acaricié el cabello y lo olí, luego la miré a los ojos mientras le pasaba el índice por el mentón y por los labios. -Quizás no fui muy claro, quiero protegerte de mí, querida -deslicé sinceramente y aspiré el perfume que se exhalaba de su cuerpo y la sangre que bombeaba su corazón, tan irresistible. Le di un beso en los labios, pequeño pero profundo -Puedo ser más peligroso de lo que parezco -advertí. Sus labios eran tan sabrosos como parecían, no podía dejar de preguntarme cómo sería el sabor de su sangre.

fuera de juego: perdón por el retraso, mucho trabajo.

Tenìa cosas que hacer y se habìa sentido tonta por pensar que ella serìa prioridad para èl, demasiado soberbio y se recompuso un poco.

-Avisarè a Smith que sòlo puedo verlo en la cena, le encantarà pensando que irè sola... Gracias...

Sonriò, le hacìa gracia engañar a Smith, una vez màs y màs si Mario estaba con ella, respirò profundo. Cuando tomò su mano, un escalofrìo la recorriò entera, ¿cuànto hacìa que no...? Mejor ni pensar en ello. El saco cayò haciendo un ruido que al estar todo en silencio se acrecentò y la otra mano la acercò a èl pero no es que ella pusiese mucha resistencia y entonces la besò, un beso breve, tierno pero apasionado, ella cerrò los ojos entregàndose pero sòlo fue un instante, luego la hizo reaccionar su frase.

Dainen lo sujetò de la camisa abriendo los ojos, miràndolo fijamente, pensando en lo siguiente que le iba a decir porque de una cosa estaba segura: querìa màs y no pondrìa reparo en conseguirlo.

-Quizàs yo sepa protegerme sola y no sea sòlo lo que ves... Peligroso dices..., bueno, dime cuàn peligroso y deja que sea yo la que decida.

No lo besò, aunque tuvo ganas. Lo tomò de la mano apartàndose suavemente y tirando de èl con decisiòn, iba a hacer lo que no habìa hecho nunca y no era por la promesa implicita de un beso, no, era otra cosa, sentìa otra cosa. Pareciò como si susurrara algo y luego le dio un empujòn a la puerta, entrò y sin soltar a Mario se dio media vuelta.

-Esta es mi casa de verdad...

Frente a los dos habìa un par de escritorios y en las paredes libros.

[Solamente los administradores pueden ver esta imagen]

La pared del otro lado de la puerta tenìa una cantidad exorbitante de libros, cada uno màs antiguo que el otro.

[Solamente los administradores pueden ver esta imagen]

Y finalmente cuando ella empujò del todo la puerta podìa verse otro estante con botellas de todos colores y alturas, ademàs de una mesa màs baja con otro tipo de cosas.

[Solamente los administradores pueden ver esta imagen]

Dainen mirò la reacciòn de Mario, esa era ella en verdad.

P.D. No te preocupes... Yo he tenido un par de dìas muy raros...

Ella decía que podía defenderse, eso sí que me gustaría verlo: no solo mi edad, sino las dosis de sangre de Akasha a traveés de los años me habían transformado en uno de los vampiros más fuertes que existían, sabía que un humano por más extraordinario que fuera no tenía oportunidad, tampoco los vampiros debajo de mis años, salvo Lestat, claro. En mi fuero interior no lo creí posible hasta que me hizo pasar a esa habitación, las palabras que susurró antes de entrar me sonaron extrañas y desconocidas, luego los libros, algunos antemedievales, verdaderas joyas rescatadas quién sabía de dónde y el pequeño laboratorio.
Me solté de su mano, un contacto tan hermoso como perturbador, para inspeccionar entre los libros, mi espíritu de historiador se sentía como un niño en una tienda de dulces... había muchos títulos singulares y ediciones únicas, algunas artesanales; de seguro habría hermosas iluminaciones y caligrafía rígida y prolija de copista en muchos de ellos y querría echarles una mirada luego, si me estaba permitido. Entonces recordé: vinieron a mi mente los recuerdos de Merrick y David Talbot hacía pocos años, de la bruja del candomblé transformada en vampiro, de cómo había manipulado a David para obtener de él el don oscuro pero finalmente no lo había soportado y se había entregado a las llamas. ¿Era eso lo que ella me estaba mostrando? ¿Que también tenía secretos y poderes? Era intrigante la perspectiva de una persona que podía doblegarme usando la misma preternaturalidad en mi contra... después de todo estaba diciendo la verdad, no era tan indefensa.
Me quedé mirándola fijamente, analizándola. Me sentía deleitado en el hecho de que ella hubiera dado el primer paso en esta revelación: tenía que confirmarlo, si era cierto sería algo muy interesante de ver ya que nunca había presenciado otros poderes sobrenaturales más que los de mi especie.
-¿Qué me estás queriendo decir, Dainen? -inquirí repasando los libros mientras caminaba -¿Que esta eres tú? ¿Quién eres tú?

Estaba maravillado y ella lo sabìa. Respirò profundo, no habìa marcha atràs y ademàs, era mejor que no la hubiera. Se acercò al primer escritorio mirando alrededor y luego a èl; la pregunta era muy vàlida y ella no iba a evitar responderla.

-Mi nombre sigue siendo Dainen pero pertenezco a una familia de hechiceros que por siglos han traspasado sus conocimientos de uno a otro...

Hizo una pausa por si aquello le resultaba chocante a èl, por si de pronto salìa corriendo creyendo que estaba loca y ella lo entenderìa. Carraspeò y continuò hablando.

-Algunos de esos libros los escribieron hechiceros de mi familia... No soy una chica normal, esa es la verdad y puedes creer que estoy loca, estàs en todo tu derecho pero no tengo por què mentirte confesando algo que muy pocas personas saben.

Se recargò del escritorio dejando que èl asimilara lo que le habìa dicho, despuès de todo, ella misma necesitaba asimilarlo. Hacìa mucho tiempo que no habìa sentido la necesidad de decirle a alguien lo que ella era pero aùn faltaba que èl le contara què y quièn era ella.

-Ahora que sabes què y quièn soy... Puedes huir sin ningùn problema o puedes decirme què y quièn eres tù....

Si decidiese irse, tendrìa que intentar un hechizo para que se olvidase de ella. Lo miraba entre la penumbra de aquel hùmedo lugar, de pronto parecìa mucho mayor de lo que en realidad era, màs mujer y mucho màs segura sin duda.

[Solamente los administradores pueden ver esta imagen]

Aquello me dejó frío y fue la confirmación de mis sospechas, ¿Una hechicera? Y la primera en todos estos años; el mundo de tradiciones familiares y secretos antiguos que dejó entrever bastó para acrecentar mi curiosidad. La miré sonriendo mientras me decía que no mentía, que estaba en todo mi derecho de no creerle, pero ¿Cómo no hacerlo? No era justamente el más indicado para hacerme el escéptico.
-Ah! Claro -amplié mi sonrisa, tomé una silla de un rincón y me senté frente al escritorio en el que ella reposaba el peso de sus brazos, -Ahora es mi turno y ya que has sido sincera y directa no puedo hacer otra cosa que devolverte la cortesía... Me llama mucho la atención que hayas preguntado qué soy yo además de quién -tomé un libro de cubierta de cuero, algo ajado por el uso y lo abrí al azar -Mi verdadero nombre es Marius, una versión antigua del nombre que uso en estos tiempos... y para saber qué soy, solo tengo que sonreírte y decirte las palabras adecuadas- alcé la vista del libro a ella -¿De veras no notas nada extraño cuando estás conmigo? Me hace preguntarme qué clase de seres estás acostumbrada a ver, claro que hace siglos que practico en las apariencias y se puede decir que soy un maestro a esta altura -estiré mis manos y toqué las de ella -¿No sientes frío mi tacto? ¿No te parece extraña mi palidez? ¿No te dicen mis ojos que tengo muchísimos más años de los que aparento? -me paré rápidamente, antes de que pudiera pestañear estaba junto a ella tomándola por la cintura -¿No te dice tu sentido de supervivencia que un predador está cerca cuando estoy junto a ti? -sonreí suavamente pero esta vez no oculté mis colmillos. Tenía la voz ronca de excitación, hacía mucho que no revelaba mi secreto a un humano.

De las reacciones que podría haber tenido esta era la que más me agradaba, la gente que reaccionaba con pánico solo lograba espolear mi parte animal y para mal.
-¿Hace mucho que no ves uno como yo? -repetí inquiriendo, sorprendido debo confesar -Me pregunto quién habrá sido, un tonto de seguro, por dejar pasar tu belleza... Mejor para mí -aduje mientras marcaba con mis dedos la forma de su cintura y sonreía.
-Si hay algo que me han enseñado los años es que es un esfuerzo en vano el tratar de forzar a los humanos a que hagan tu voluntad, así que sí, estás en ventaja, podríamos decir, no está en mis planes el forzarte a nada ni dañarte -no había pensado usar mis poderes de persuación con ella, estaba claro que no era como todos los humanos -Y siempre, aunque fuéramos mortales los dos, nos haríamos el daño que permitiéramos el uno del otro, a pesar de que eso no signifique que fuera un daño que quisiéramos... -suspiré y me mojé los labios -Pero no quiero hablar de eso ahora que nos estamos conociendo con más detalle y que nos hemos revelado el uno al otro.
Correspondí su beso sin disimular mi deseo, retardándome en dejarla ir, apretando su espalda para acercarla un poco más a mí. Durante un instante sentí en sus labios una reminiscencia del pálpito de su corazón, eso no hizo más que hacerme arder más, pero logré contenerme; su cuerpo y su postura me estaban invitando a beber de ella, sin embargo ese era un punto sin retorno y no quería precipitarla, una vez unidos sería más difícil separarnos, si debíamos hacerlo.
De pronto se separó de mí y me miró con esa sonrisa casi infantil, entre ingenua y traviesa que me cautivaba y me preguntó sobre mis poderes.
-Sí, podría hacerlo si quisiera -respondí sin dudarlo -Pero no suelo hacerlo porque me parece una tremenda descortesía y uno nunca sabe con quién se encontrará cuando lea los pensamientos, hay secretos que es mejor no saberlos y, además, la persona podría ofenderse fácilmente si descubre que la he invadido y con razón -aseguré.

La primera vez que habìa visto a alguien como èl tenìa apenas unos siete años y su padre no se enterò de que los estaba escuchando hasta que fue demasiado tarde. La segunda vez ya tenìa veinte años y su padre tambièn estaba con ella y supo ponerla a resguardo explicàndole lo seductores que estos seres podìan ser. Pero en ese entonces, habìa sido una mujer.

-No sè quièn era, era una mujer y... Yo una aprendiz por eso mi padre no me lo dijo..., pero ya no lo soy màs y ahora tù tambièn lo sabes. Tambièn sè que no intentaràs forzarme, lo supe desde el momento en que me dijiste quièn eras, tengo un sexto sentido.

Bromeò con una sonrisa sutil, sintiendo los dedos cerrarse alrededor de su cintura con cierta fuerza pero una fuerza que la hizo estremecer.

-Yo soy una simple mortal, Marius pero como bien dices, no es el momento de hablar de ello... No aùn.

Notò en su beso màs pasiòn, aunque pudiera ser frìo conseguìa hacerla encenderse como nadie lo habìa hecho en ese momento y lo que sbìa de los seres de su raza era que su pasiòn no se exteriorizaba como la de los humanos pero aùn asì, ella presentìa que le darìa gran placer. Sin embargo, tampoco querìa forzarlo a nada. Lo apretò fuerte un poco antes de que èl se separase de ella y se impregnò de su aroma, uno muy distinto al de cualquiera que conociese.

-Es bueno saberlo, he estado toda la noche pensando cosas de ti....

Volviò a sonreìr y no sabìa què pasarìa pero tenìa què preguntarlo.

-Ahora que sabemos quiènes somos, sin tapujos y falsas paredes, ¿què deberìa esperar?

Eso es, Dainen, tonta, tonta y mil veces tonta, pregunta al vampiro què debes esperar de èl como si eso fuera una pregunta normal. Se recriminaba y se mordìa el labio pero no de nervios, querìa saber y ella no iba a ir por debajo, no eran una pareja de humanos conocièndose y ya, habìa que dejar muchas cosas claras. Y siempre, pero siempre, podìan beneficiarse juntos asì que esperò a que èl respondiera.

-¿Toda la noche? -inquirí divertido y sonreí mostrando mis colmillos, me reí por lo bajo -Qué atrevida que eres, soy un hombre muy mayor para ti- repliqué corriéndole el cabello que insistía en caérsele sobre el rostro.
Entonces me separé de ella y comencé a caminar por la habitación, me sentía increíblemente bien después de revelarle mi condición... nunca lo hubiera imaginado, las veces anteriores que me revelé a humanos fue para hacerlos como yo. Pude notar que había un gramófono de 1920 en una esquina y unas discos planos apilados, llenos de polvo.
Me vinieron toda clase de recuerdos a la mente -¿Crees que funcione? -pregunté y sin esperar respuesta decidí probarlo yo mismo, puse un disco de valses y giré la manivela, la música comenzó a salir, su sonido era metálico y algo tosco para la calidad de los equipos de hoy en día pero era agradable. Volví a acercarme a ella y la hice girar para luego apretarla contra mí, la hacía bailar sin esfuerzo y ella no oponía resistencia. Ante su pregunta sobre qué debía esperar no supe qué contestarle, mi primera reacción fue reírme, ¿qué clase de pregunta era esa? Acababa de decirle que era inmortal, ella de confesarme que era hechicera, ¿Para qué complicarnos con banalidades de este mundo? Me contuve para no reír, quizas lo interpretara incorrectamente.
-No entiendo a qué te refieres -me sinceré -Acabamos de conocernos, preciosa; ni yo mismo sé qué esperar, todavía lo estoy asimilando, hacía mucho tiempo que no sentía tal empatía por alguien que no fuera de mi especie -su mano tibia en la mía era una sensación encantadora y su cintura, jamás me cansaría de tener mi mano ahí. -Más bien dime tú qué esperarías, yo solo soy un ser que vaga por el tiempo para ser testigo de la historia de los hombres y ver su evolución, nada más, amo, odio y temo como cualquiera.-me puse serio -Puedo asegurarte que no voy a matarte, si eso te deja tranquila...

Sonreìa y ella se perdìa cada vez màs en esos ojos azules, era algo que le iba a resultar imposible de manejar pero habìa aprendido algo con el tiempo: el cuerpo era muy inteligente y buscaba lo mejor para sì, la mente hacia el resto.

-Quizàs seas un hombre muy mayor pero por algo estàs aquì con esta jovencita...

Y entonces comenzò el baile, ni siquiera se le habìa ocurrido poner aquello nunca màs en la vida, quièn solìa hacerlo era su papà pero desde que èl habìa muerto, nunca màs y esa noche, esa noche estaban pasando muchas cosas que ella en cualuier momento no habrìa creìdo que podrìa con eso pero ahora se daba cuenta que era posible y que no habìa nada que la detuviera. ¿Flotaba? No lo sabìa pero parecìa. Sin embargo, la devoluciòn de su pregunta la hizo poner los pies en la tierra.

-Tienes razòn, yo misma no entiendo mi pregunta...

Se detuvo sin dejar de mirarle. Agradecìa la empatìa, aunque asumìa que eso hubiera sucedido entre ellos aunque no fueran lo que era, aunque fueran simples humanos. Esbozò una sonrisa y dio un paso suave, parecìa que se iba a retirar pero al contrario, volviò y lo abrazò con un gesto extraño, como si estuviese preocupada.

-¿Sabes? No he tenido mucho tiempo de tener historias con hombres, mucho menos con vampiros...

Su voz era un susurro pero èl podìa escucharla bien.

-Sè que no amas, odias y temes como cualquiera, debe ser màs intenso o al menos lo intuyo... Espero aprender de ti, conocer màs de tu especie... Quizàs descubramos cosas juntos pero sòlo si quieres, para nada y por ningùn motivo, planeo que te sientas atado a mì.

Pasò sus dos manos hacia atràs y apretò las manos de èl un poco contra ella, contra su cintura y volviò a hablar.

-No tengo miedo a que me mates, lo ùnico que se perderìa si muero es la tradiciòn de mi familia y un secreto que quizàs caerìa en malas manos... No tengo miedo de que me mates porque desde el dìa que muriò mi padre sentì que morì con èl, hasta esta noche en el museo... Pero si alguna vez tienes que defenderte de mì, que no lo creo... Sòlo haz lo que tengas que hacer, aunque estè de màs decìrtelo.

Se mordiò el labio y cerrò los ojos. Le habìa costado decir aquello pero era verdad.

Era una joven inteligente, quizás algo impetuosa pero entraba en razón fácil. Me encantaba la manera en que su cuerpo se expresaba, dubitativo pero finalmente seguro de su deseo.
La correspondí en el abrazo y repliqué -Quizás deberías tener historias con hombres, ¿Sabes? Somos un plato difícil de abandonar una vez que se nos prueba- hice una pausa dramática -Y no quisiera que te perdieras nada de esta vida -bajé mi mano desde su hombro por su brazo y luego la apoyé en su espalda -Es verdad, nuestra forma de sentir es más intensa y extensa -corroboré sus palabras, en mi fuero interior pensé "Si me enamoro de ti tardaré siglos en dejarte ir de mis pensamientos" pero no lo dije, era peligroso revelar tanto de mí. -Será enriquecedor aprender el uno del otro, yo también siento curiosidad por tus poderes -sonreí algo maléfico, no pude evitar mirarle el cuello un instante, el pulso movía suave, imperceptiblemente, la carne sobre la arteria. Quise decirle que mi intención era justamente atarla a mí, no dejarla ir, convertirla en mi amante...Sí, qué tentador; pero hubiera roto la belleza de la libertad que estaba planteando. Sus manos apretaron las mías en su cintura, casi pierdo el control, cada vez se veía más tentadora y estaba más que dispuesto a darle placer de todas las formas que conocía, pero qué brusco hubiera sido, apenas nos conocíamos -Lo haré si llega el momento, no te quepa la menor duda, no viví dos mil años por nada...-mientras me decía estas palabras tan personales no pude evitar el sentirme halagado, hasta tuve un rapto de ternura hacia la muchacha -Me alegra que sientas que has renacido, para jugar en mis terrenos necesitarás muchas ganas de vivir -acoté, "porque la muerte y la sangre siempre son más seductoras".

Sonriò con suavidad, como sopesando el consejo recièn dado por Mario; ladeò la cabeza y respirò profundo.

-Pues al menos los dos con los que estuve te puedo asegurar que fueron bastante fàcil de dejar...

Era una broma y esperaba que lo de èl tambièn y no la estuviese mandando a los brazos de otros hombres. Se quitò las dudas de la cabeza mientras sentìa su cercanìa, ella tan tibia y llena de vida y èl tan ètereo y apenas tangible.

-No me voy a perder de nada, aunque mis intereses no sean meramente los de una muchacha de mi edad aunque supongo que eso ya lo tienes claro, como lo tengo yo. Lo suponìa, no debe ser fàcil toda una vida o todas las vidas que hayas vivido... 2000 años... Uff, se me ocurren tantas cosas para preguntar que creo que te abrumarìa. Mis poderes, van creciendo con el tiempo pero tengo que ser màs cuidadosa cada vez, Robert està detràs de mì todo el tiempo, mi padre le dio demasiada seguridad...

Ya tenìa ganas de vivir pero no podìa evitar pensar que en esa sonrisa se escondìa algo pero jugar con fuego no habìa sido un problema para ella y a pesar de la frialdad de èl, sabìa que habìa mucho fuego en su mirada. Quizàs no la del comùn, pero ella no querìa algo comùn.

-Marius...

Lo mirò a los ojos y volviò a repetir su nombre, dejando que su aliento tibio se llevase el nombre del vampiro. Tenìan todo el tiempo del mundo, al menos hasta que ella muriera.

-¿Quién es Robert? -pregunté alejándome un poco pero sin soltarla, no quise parecer brusco, "Ahh, los celos Marius, tus viejos amigos" negué para mí mismo -No me hagas caso, Dainen, pregúntame cuanto quieras -la alenté.
Entonces susurró mi nombre de una forma tan sensual que fue imposible para mí dejarlo pasar, ya había dejado pasar demasiado.
Volví a acercarla y la besé profundamente, mis colmillos hirieron su lengua un poco y probé unas gotas de su sangre, su sabor era tan sublime como solo lo anhelado en demasía suele serlo. Antes de que me diera cuenta la había arrinconado contra la pared y mis manos, que se habían contenido en su medida caballerosidad, la recorrían sin vergüenza: su cintura, sus caderas. Hundí el rostro en su cuello y lo besé suavemente antes de morderlo con delicadeza, la sangre brotó a mi boca inmediatamente, calmando mi ansiedad pero aumetando mi deseo, si eso era posible. Sabía que ella estaba disfrutando tanto como yo, las sensaciones que provoca nuestra mordida para los humanos son siempre placenteras, similares a lo que experimentan con el sexo.
-Pídeme lo que quieras y te lo daré -rugí en su oído aún con el gusto de su sangre en mi boca.

-¿Mi alma? -inquirí confuso y sonreí -Sí, puede ser que tenga una después de todo -la besé fugazmente, le desabroché con mis manos habilidosas los botones de nácar de su camisa y bajé mi mano desde su cuello hasta su abdomen, la rodeé con mis brazos y besé su cuello y sus pechos, enmarcados en el encaje de su corpiño. La alcé en brazos en un movimiento rápido -En cuanto a mí, me tendrás todo, pero no puede haber arrepentimiento después: tendrás que lidiar conmigo y te he advertido que no soy fácil -me reí y mi voz grave resonó brevemente por el pasillo -Dime tú dónde te llevo, es tu casa.
No podía negar que estaba haciendo una locura, lo sabía; tampoco podía negar que con ella había sentido una empatía, una cercanía espiritual y sensual que pocas veces había experimentado a lo largo de mi existencia inmortal y eso no podía ser ignorado.