Nostalgia en "La Nouvelle-Orléans"

Contemplaba aquellas tumbas, parecía que los muertos habían sido abandonados en éste pequeño refugio, ajenos a todos los cambios que había experimentado la ciudad que una vez llamaron hogar. Dediqué un último suspiro y una oración a aquellos que yacían en éstos monumentos de piedra, no por que conociera a algunos de los habitantes de éste cementerio, sino por demostrar algo de respeto a los presentes y por que siempre he pensado que todos merecemos al menos un pensamiento dedicado a nosotros aun después de muertos.

Me encontraba en el St. Louis Cemetery No. 1, un lugar poco frecuentado por los turistas pero con una larga historia, digna de ser apreciada.


Al salir a la calle Basin recordé que habían reorganizado todo el sistema de transporte público desde mi última visita, pero después de todo prefería mil veces caminar, es la única manera de vivir éstas calles y conocer realmente a la joya de Louisiana.

Buscaba un lugar para sentarme y quizás escuchar alguna buena melodía acompañada por un buen café, no creo que sea una búsqueda muy larga dada la excelente y reconocida tradición de músicos de Nueva Orleans. Así que elegí una calle al azar y empecé a caminar sin rumbo fijo esperando encontrar pronto un buen sitio para descansar.

Parece que el sol se está ocultando pero no tenía intención de regresar a mi hotel de momento, quería experimentar un poco más, nunca se sabe cuándo se trata de tu última visita y no me gustaría quedar con el remordimiento de haber sacrificado un buen recorrido por algo de sueño.

Los nubarrones que ayer cubrían el cielo todavía podían verse en el horizonte, revoloteando como insectos gigantes atraídos por la luz de la ciudad; no tenía idea de si había llovido durante el día pero suponía que, de haber sido así, el típico halo de humedad y calor tendría que haberme golpeado al apenas tocar la calle y no había sucedido.
Aún tenía en mi memoria los sucesos de la noche anterior, el regusto de la sangre en mi boca también.
Un viento caluroso me desparramó la cabellera violentamente apenas salí de mi hogar, la brisa tenía un relente fresco. Apreté el piloto rojo contra mi pecho y lo cerré, mi vestido de algodón negro me cubría hasta las rodillas pero era fino, pude sentir el frescor lamiéndome las piernas desnudas, a pesar de que me las cubrían mis botas hasta la mitad de las pantorrillas.
Me detuve a olisquear el viento, podía oler la lluvia que se derramaba en las afueras de la ciudad; esta iba a ser una noche especial, lo presentía.
Caminé con paso rápido sin prestar mucha atención a la gente que me rodeaba y sin tratar de llamar la atención en lo más mínimo, quizás me pidiera un trago en algún bar para observar a los clientes, uno podía encontrarse con especímenes de lo más variados en esta ciudad...
De pronto, entre los murmullos de pensamientos de la multitud percibí una presencia en particular que me llamó la atención. No atiné a husmear en sus pensamientos porque lo consideraba descortés y nunca se sabía si el observado podía percibirlo a su vez a uno, lo cual era un problema. Lo rastreé con cuidado, siguiendo su perfume masculino como un sabueso y me ubiqué a una distancia prudente, me resultaba entretenido este juego de observar personas, ya lo había hecho muchas veces con humanos que me llamaban la atención por una razón u otra. Se me ocurrió que sería interesante entablar conversación, pero ¿Cómo?
Caminé tras él a la distancia de 30 pasos. Inmediatamente detrás suyo venía un contingente de turistas que seguían a una guía y me servían de pantalla.
Por ahora no podía hacer más que esperar el momento indicado para acercarme más.

Un ambiente festivo comenzaba a llenar el aire de Nueva Orelans, la música resonaba por todas partes acompañada por los aplausos de admiración y el sonido de las risas que expresaban la alegría de aquellos que recorrían ésta mágica ciudad.

Seguí caminando hasta que el letrero de un bar llamó mi atención.

Se leía "Le vieux chevalier" en un anuncio gastado de madera, sus letras rojas se veían cansadas, sin lugar a dudas, consumidas por el sol a lo largo de los años. Una triste melodía era interpretada por algún talentoso trompetista en su interior y el establecimiento era iluminado por el débil fulgor de algunas cuantas velas. Todo del sitio me resultaba atrayente, era un lugar perfecto para descansar, tomar algo para refrescar la garganta y escuchar algo de buena música.

Entré sin pensarlo mucho y busqué una mesa algo alejada de la tarima donde el trompetista ejecutaba su acto. A los pocos minutos se me acercó un hombre para tomarme la orden de lo que deseaba tomar.

- Una vaso de cognac por favor

Sonreí al hacer mi petición y lo miré alejarse para caminar hacia la barra, luego mi atención retomó enfoque sobre el trompetista y me permití cerrar los ojos un momento para disfrutar la melodía.

Entré al bar luego de esperar fuera unos diez minutos, al entrar miré en derredor como buscando a alguien y miré mi teléfono celular, hice una mueca de disgusto.
Me senté apresuradamente en una mesa en diagonal a la de mi objetivo ni muy cerca ni muy lejos de él. Fingí debatirme entre la ansiedad y el desasosiego por un largo rato, revisando mi celular y mirando hacia la puerta como si esperara a alguien que no iba a llegar.
Me acerqué con paso sensual al estrado en donde el trompetista tocaba, detrás tres hombres bebían, uno sostenía el contrabajo y otro descansaba junto al piano, el tercero estaba sentado a la batería. Cuando el trompetista terminó de tocar usé mis encantos para pedirle que tocara una canción para mí; el músico accedió al instante, encantado.
Volví a mi mesa y me crucé de piernas, dejándolas lucirse cuan largas y torneadas eran, me pedí un manhattan y vigilé por el rabillo del ojo al joven dos mesas más allá. No sabía si había reparado en mí pero otros hombres del bar no tardaron en acercarse y en ofrecerme tragos, que rechacé muy gentilmente. Lo miré una vez más pero esta vez dejé que me atrapara, disimulando desvié la mirada hacia los músicos.
Finalmente, llegó mi canción; era un clásico pero significaba mucho para mí, había sido la canción favorita de mi antiguo compañero y me traía muchos recuerdos a la memoria.

Miles Davis - Autumm Leaves

Miré de nuevo mi celular y suspiré tan descorazonada que hasta yo me lo creí, lo apagué y me perdí en mis recuerdos dejando que la música fluyera a través de mí, incliné la cabeza y empecé a seguir el ritmo de la canción con mi pie.

Seguía sumergido en mis pensamientos con los ojos cerrados cuando escuché el sonido del cristal chocar con madera, era mi trago, entregado amablemente por el hombre que había tomado mi orden.

Murmuré un gracias y acerqué el vaso a mis labios para dar el primer sorbo mientras recorría con la mirada el establecimiento. Una mezcla interesante de personas, mientras que algunos parecían celebrar con carcajadas alguna gracia o logro, había otros que parecían tener penas tan profundas que habían eliminado gradualmente cualquier otra emoción que no fuese tristeza.

Mi atención volvió con aquel excepcional trompetista, además de disfrutar su interpretación, era un placer ver la ejecución de su instrumento con tal pericia y mientras escuchaba el final de la pieza, mis sentidos se enfocaron en una nueva imagen que entraba en escena...

Una hermosa mujer con un porte elegante, un aire de soberbia y seguridad, se levantó de una de las mesas para dirigirse a los músicos, intercambiar algunas palabras, recibir sólo sonrisas y asentimientos de aquellos hombres, y regresar a su lugar al ver por cumplida su petición.

Humedecí mi garganta con otro trago mientras contemplaba a aquella misteriosa dama y a un par de valientes que decidieron acercarse para intentar entablar conversación con ella, un poco de galantería, el ofrecimiento de obsequiarle algún trago y quizás un halago pero sin encontrar interés por parte de aquella mujer pero no por ello despreciados de una manera grosera.

Entonces mi mirada se encontró con la suya y le sonreí a manera de saludo mientras levantaba mi vaso para dedicarle mi trago.

Sentí mi espíritu estremecerse con alegría al reconocer la pieza que ahora interpretaba el grupo en aquel bar... Hojas de Otoño... No cabía duda, había elegido un excelente lugar para ofrecer un momento de placer a mi alma.

La mujer dedicó un suspiro a la ausencia que se da por sentada ¿la privación de la presencia de alguna persona que echaba de menos? Pero ella parecía tener la intención de dejar a un lado tales pensamientos y el movimiento de su pie respaldaba su decisión al dejarse llevar por la melodía.

Con mi vaso aun sin terminar me puse de pie y avancé hacia su mesa, podría hacer el intento de romper su soledad y la mía, quizás fallar en el intento pero sin que la duda me preguntase su nombre o el timbre de su voz al menos.

Caminé para estar junto a ella, compartir la visión que ella tenía de la ejecución de los músicos y entonces hablé:

- Justo como el caprichoso viento juega con las hojas caídas ¿no cree? Ése juego de ráfagas donde revolotean los vestidos caídos de los árboles con aquellos hermosos tonos amarillos y rojos... La melodía no sólo evoca la escena, prácticamente lo convierte a uno en una hoja más a merced del aire del ritmo. Por el cómo su pie mantiene la cadencia, podría decir que usted se ha dejado entregar también a la pieza y su evocación.

Levanté mi vaso frente a la bella mujer.

- Brindo por su excelente gusto musical y por los generosos Dioses que le bendijeron con tan divina gracia y encanto. Si mi opinión le resulta inoportuna o mis palabras desvaríos, puede considerar mi voz como un irrespetuoso torrente de delirios, pero, en el proceso, reconocer parte de la responsabilidad de éstos, puesto que es usted su principal causa. Aunque hay otra posibilidad, puede responder a mi dedicatoria con toda la cortesía y amabilidad que estoy seguro que posee, éso podrá ofrecer sosiego a mi espíritu, pero debo advertir que también ha de motivarme a intentar realizar un intercambio de nombres.

Lo vi levantarse y venir hacia mi mesa por el rabillo del ojo, pretendí que no lo había notado y seguí en mi mundo. Me llevé el vaso a los labios pero lo aparté enseguida al oír su voz, qué agradable sorpresa, sus palabras no eran vanas y el tono de su voz era encantador, vibrante y masculino. Lo observé con detenimiento, su complexión era la de un muchacho pero sus palabras tenían la profundidad y comprensión que solo los años y la experiencia pueden dar, me pregunté para mis adentros que extraña caja de pandora estaba por abrir, porque iba a abrirla, claro está.
La luz roja y tenue que se desprendía de la lámpara se proyectaba sobre él y sobre mí como si de una premonición se tratase, tamborileé mis dedos sobre la madera caoba de la mesa y observé su sonrisa afable, la forma elegante en que gesticulaba, un fulgor afiebrado en sus ojos. No, este era cualquier cosa menos un joven común; además, había algo en él que me hacía recordar a los caballeros de la belle epoque, algo de su porte que me hacía recordar a los bon vivant, a los dandys que tanto había amado y mantenido gustosa casi dos siglos atrás.
Cuando terminó de hablar sonreí ampliamente con los labios cerrados, lo miré directo a los ojos y dije –Cómo podría negarme ante semejante grandilocuencia, sería una descortesía de mi parte –apoyé el vaso en la mesa y le indiqué con la mano el asiento a mi lado –Es cierto, esta melodía es como un ensueño que envuelve y transporta, como una corriente que fluye– hice una pausa y me corrí los bucles hacia un costado, me giré hacia él y apoyé mi brazo en el respaldo de la silla –Le agradezco sus cumplidos, caballero, me alegran en esta noche solitaria –le extendí la mano para presentarme formalmente, una mano larga y fina blanca como el marfil, llevaba un anillo de oro batido con un ónix negro engarzado en el dedo índice –Mi nombre es Morgana –dije antes de darme cuenta de que le había dicho mi verdadero nombre, ¿un descuido o una señal de mi subconciente? Parecía que me interesaba tanto que me nublaba el juicio, tenía que disimular, no podía andar actuando como una colegiala por más que pareciera una muchacha muy joven.

Una sonrisa de orgullo y una leve inclinación de cabeza fue mi respuesta a su ofrecimiento para tomar asiento a su lado pero antes recibí su mano, depositando un beso sobre su perlado dorso.

Mis ojos en un destello analizaron la pieza de joyería que adornaba su mano, un bello contraste de aquel oscuro mineral rodeado por el brillo dorado sobre aquella nacarada piel.

- Morgan, Morgane, Morgaine... Un nombre que parece despertar fuerza y misterio, puedo ver que le hace honor. Dado que usted gentilmente me ha compartido su identidad y no deseo que la extrañeza se apodere de nuestra conversación o que el anonimato tome mi lugar, le entrego mi nombre en justo intercambio... Soy Letholdus Signoret

Me senté a su lado y apoyé mi vaso junto al suyo.

- Ahora que nuestros nombres han sido dichos en voz alta, no somos precisamente extraños el uno al otro, después de todo el nombre es la mitad de nuestra alma ¿no cree?

La música seguía su camino hasta nuestros oídos, deleitándonos con cada nota y compás.

- Un cumplido que dicta verdad no busca agradecimiento, cuántas veces uno se ha expresado asombrado de un firmamento adornado por estrellas y una luna de plata, o tal vez de la fuerza con el que el mar refrenda su poderío en las costas a través de sus rugientes olas; es por ello que yo no esperaba que expresase gratitud por mis palabras, pero ahora puedo reconocer que me siento más complacido de lo debido puesto que hayaron su beneplácito.

Dí otro sorbo a mi bebida antes de continuar, dejando reposar lo dicho.

- ¿Una noche solitaria? Quizás y con posibilidad de tomarme libertades que no poseo aun, la compañía que esperaba no era digna o adecuada. Si alguien ha faltado tal parece que el destino me ha enviado a ocupar el vacío para amenizar su tarde y yo encontrar algo de dicha.

Levanté la mano e hice un gesto al camarero con la solicitud de que rellenase mi copa vacía.

Había algo en mi nueva compañera de conversación, no había lugar a dudas de que era hermosa pero había otra clase de encanto... su forma de hablar, la fuerza de su mirada, incluso cada movimiento que hacía, todo parecía como perteneciente a una pintura majestuosa o una bella sinfonía... como una visión etérea que ha visitado el sueño o un vívido recuerdo de otra vida. Algo, a falta de otra palabra para describir tal efecto, la hacía distinguir y sobresalir de tantas otras personas que he conocido y puedo decir que he tenido la fortuna de intervenir en las vidas de muchos seres.

Ante su comentario respecto a los franceses que tenían como antecesor a alguno de los antiguos monarcas o que la mayoría somos bastardos de algún noble no pude evitar soltar una tímida risa por lo precisas que eran sus palabras.

- Yo no pondría en duda que estuviese emparentada con tan noble, antigua y poderosa familia, de usted emana una energía muy especial, estoy seguro que lo ha escuchado antes por que dudo que sea la primera víctima de tal encanto

Una idea atravesó mi mente como un relámpago, Morgana le Fay, en ocasiones considerada como discípula de Merlín pero la mayor parte del tiempo asociada con las artes mágicas ¿por que su distante descendiente no podría compartir parte de sus talentos en el campo? Nuevamente se mostraba que no había azar en ésta clase de encuentros pero no podía lanzarme sobre el tema sin perder discreción.

Me fue entregado un nuevo y rebosante vaso que anunció su llegada con el sonido de los hielos repicando. Agradecí y seguí la presentación.

- El nombre de Letholdus se remonta hasta el origen de nuestro linaje, es orgullosamente portado y transmitido por los integrantes de mi familia. Debo reconocer que no hice la presentación completa de todo mi nombre...

Hice un ademán como si me retirase un sombrero e hiciera media reverencia.

- Mi nombre completo es Letholdus IX Marie Barthélemy Guido Philippe Signoret Oriard. Por supuesto, opto por presentarme como Letholdus Signoret por obvias razones, entre ellas que crean que estoy enunciando alguna oración en francés.

Reí un poco, honestamente no terminaba de comprender el por qué mis padres insistieron en que su hijo cargase con toda la historia familiar en el nombre.

- Letholdus, el primero llamado así, fue un valiente caballero que luchó en la primera cruzada, de hecho fue el primer cristiano en poner un pie en la muralla de Jerusalén en su asedio y quién, de manera simbólica, marcó la conquista de la ciudad. En su momento adquirió un título nobiliario y el reconocimiento de la nobleza, su propio escudo genealógico y demás privilegios.

En mis adentros pensé en los registros de mi antepasado que quedaban como testimonio de sus "exóticas" habilidades.

- Yo soy el noveno que porta el nombre, pero no significa que en cada generación hubiese un Letholdus. En ocasiones se llegaba a cambiar por otro nombre por diferentes razones, pero algo les hacía volver a instaurar el nombre de la familia. Ésa es la historia de mi, algo extenso, nombre.

Oír su risa fue encantador, creo que me quedé muda observándolo por unos segundos. –Entonces le sorprenderá saber que no soy más que la hija de un carnicero, mi madre estaba loca de remate –una carcajada salió de mi boca, me la tapé con una mano –Aunque es cierto que cosas raras ocurrían en mi familia –solté sin saber por qué le estaba confiando algo así, sin ir más lejos esas extrañas tradiciones familiares fueron las que me llevaron a querer investigar sobre mi pasado humano. –Es verdad, me han dicho que soy muy especial –asentí y sonreí suavemente "De hecho, me han llamado monstruo un par de veces y la energía que emano se llama muerte" pensé "Es la belleza poética de la muerte y del deseo lo que te está arrastrando a mis brazos querido mío".
–¡Pero qué interesante la historia de su nombre! Así que Letholdus IX, ¡Vaya, todo un lord! Es un honor para mí –dije mirándolo a los ojos seductoramente –Adoro las historias de linajes, el pasado nos construye como individuos para el futuro –sostuve mientras jugaba con mi vaso.
–Dígame Letholdus, ¿Vive aquí? Noto cierto acento en su voz que no logro identificar.

Asentí tras su atinado comentario.

- Tiene una excelente percepción, muy atenta a los detalles. Yo soy originario de Aveyron, Francia pero mis viajes han cultivado en mí una mezcla de acentos que creía mantenían oculta mi identidad como foráneo.

Tomé sus manos entre las mías mientras continuaba hablando, un poco atrevido quizás para ella pero sólo lo hacía para reafirmar el vínculo que formaba no sólo la conversación, sino aquel extraño enlace que nos había acercado en primer lugar.

- Noté que intentó, con éxito, ahogar una melódica risa. No lo haga, después de todo es el cántico de dicha de su espíritu. No debería contenerla.

Liberé sus manos mientras regresaba a mi bebida y para concederle espacio.

- ¿Un lord? Gobernante de algunas banquetas quizás, poderoso señor de algunos sueños y emperador de esperanzas plasmadas en palabras pero sólo eso. Aunque reconozco que agradezco la herencia de mi antepasado, más allá del nombre, después de todo ha cimentado el quién soy ahora.

Eché un vistazo a nuestro entorno, percibiendo parte de la actividad que nos rodeaba, en ocasiones no podía evitar sentir que podría haber oídos o miradas indiscretas pero afortunadamente no parecía ser el caso.

- Esa energía que proyecta... no sé como describirla, tiene un toque de fuerza, de soberbia, de antiguo y de poder... es algo que arrastra y seduce... Estoy seguro que su familia debe tener muy interesantes historias si todos sus antecesores poseían ésta tan especial aura.

Mencionó unos viajes, cada vez se ponía más interesante; despertaba en mí una curiosidad inusitada, me intrigaba esa cadencia en el habla, la elegancia de sus gestos, esa pizca de sabiduría que le brillaba en la mirada, tan impropia de la edad que aparentaba. Cada vez estaba más segura de que no tenía la edad que parecía a simple vista.
Me tomó la mano, ¡Qué encantador atrevimiento! No cabía duda de que era humano, pero ¿De qué clase? Disfruté del contacto de su mano con la mía, me pregunté si notaría algo extraño, si le parecería demasiado fría o suave, si notaría, así de detallista como se lo veía, que mi piel casi no tenía poros o que a pesar de la media luz que reinaba en el local estaba pálida. Los mortales solían justificar internamente estos detalles, todo para no tener que reconocer lo evidente: que quien tenían enfrente no era humano. Sin embargo, este joven no parecía ser de los que obviaban ese tipo de cuestiones, antes bien, podía intuir que si lo dejaba avanzar su espíritu inquisitivo lo llevaría irremediablemente hacia la verdad. ¿Quería yo que supiera la verdad? Y lo más importante, ¿Para qué? Quizás podía resultar interesante jugar un poco.
Cuando su mano abandonó la mía la ausencia de su candor me produjo una extraña e inexplicable nostalgia, tal vez ligada a algún recuerdo.
Me habló de mi risa y lo miré de reojo, -Yo no tengo espíritu -solté con una sonrisa maquiavélica y por un instante, un brevísimo lapso, dejé que mis colmillos asomaran tímidamente de entre mis labios para volver a ocultarlos; quería ver su reacción o si lo notaría siquiera, me divertía leer las expresiones de las gentes.
-¿Me está diciendo que se dejaría arrastrar? -me reí entre dientes con un sonido ronco, casi animal, noté que su pulso se aceleraba, ¿Era excitación, miedo, ambos? -Porque si es por seducir, no estoy segura de quién es la víctima -lo miré a los ojos fijamente, tentada de leer sus pensamientos o de recibir algún mensaje que me mandara inconscientemente, luego desistí; no quería invadirlo. -Quizás seamos como la mariposa que gira alrededor de la luz y termina por arder, la pregunta es, ¿Quién es qué?
Me paré y lancé un billete a la mesa, -Podemos conocernos mejor, pero no aquí, ya estoy aburrida, ¿Me acompaña o se queda?

Estaba a punto de replicar respecto a la ausencia de espíritu, ¿cómo podría ella carecer de éste cuando irradiaba tal energía y carisma?, cuando su brillante sonrisa reveló un par de colmillos más largos que el promedio.

Un ligero temblor me recorrió... Resultado de rememorar historias y leyendas, quizás en un intento de formar un puente entre aquellos mitos y la hermosa dama con la que estaba compartiendo conversación ¿un intento de justificar su encanto o mi mente dispersa jugando conmigo?

Suspiré, de cualquier forma disfrutaba de su compañía y una parte de mí no requería explicaciones, solo disfrutaba el momento.

Terminé de golpe mi trago y dejé el vaso sobre la mesa para después levantarme, me despedí del hombre que había estado entregando nuestras bebidas y después le ofrecí mi brazo a Morgana.

-Por supuesto que he de acompañarle ¿cómo podría perder el privilegio de estar en su compañía? Además me gustaría saber quién es qué, después de todo podría ser engañoso, una delicada flama que soñaba ser mariposa o una mariposa que ardía de deseo con la intensidad de cientos de soles, no podrán renegar su naturaleza pero si hacen complicado identificar su rol