En la celda común (Jefatura de policía)

Arribamos a la estación de policía, no pude dejar de notar que todos pusieron sus ojos sobre mí apenas entré en el lugar, algunos fueron más vehementes que otros. Me hicieron sacarme la clásica fotografía para apertura de antecedentes, me tomaron las huellas dactilares, di declaración del hecho. Cada vez, a cada paso, veía cómo mi situación empeoraba más y más, cómo la evidencia de mi existencia aumentaba. Pronto empezarían a buscar los datos faltantes, encontrarían mis huellas en la garganta del cadáver, empezarían a preguntar... y amanecería, claro.
No iba a abandonarme a la suerte tan fácil, iba a salir de la jefatura aunque me cargara a todos los policías que había en ella pero todavía no, en plena madrugada quizás, cuando bajara el número de oficiales en el edificio. Y tendría que quemarlo también, hasta los cimientos.
El interrogatorio me lo harían por la mañana, detalle que me causó mucha gracia: que lo intentaran, je je.
Al entrar en la celda, como movidas por una mano invisible (el instinto) las mujeres se retiraron a un lado dejándome sola. Me senté en una esquina con cara de pocos amigos y esperé, ¿Qué más podía hacer? Ya había solicitado un abogado y si no llegaba tenía que esperar el momento para actuar.
Suspiré,¿Qué me depararía el destino? Esperaba que algún milagro me sacara de la celda antes del amanecer. Tendría que haber escuchado a Letholdus y no matar al tipo, ahora ya era demasiado tarde.

Parecía que habían pasado décadas ahí adentro y tan solo había transcurrido una hora, me aburría mortalmente, nadie me hablaba, las mujeres de la celda abandonaron su reticencia y se paseaban de aquí a allá como felinos enjaulados, algunas cuchicheaban entre ellas, otras gritaban que vinieran sus abogados, todas me ignoraban y se mantenían por lo menos a dos metros de mí, era algo que pocas veces había visto tan marcadamente: ellas presentían que era peligrosa y era mejor así.
Era medianoche, en dos o tres horas podría llevar a cabo mi plan de escape si todo me era favorable, solo tenía que tener paciencia.
Pero de repente una vibración imperceptible en el aire, un susurro intangible, me llegó a través de la distancia. Sentí un rush de sangre directo en el rostro, producto de la impotencia; Letholdus me estaba llamando y yo encerrada y sin poder hacer nada al respecto.
Podía intentar enviarle un mensaje mentalmente aunque ya sentía cierto cansancio mental, me estaba desgastando el esfuerzo por parecer humana que estaba haciendo.

Spoiler:

Finalmente, concentré mis poderes mentales y dirigí mis pensamientos a Letholdus, siguiendo su rastro mental, como había aprendido a hacerlo siglos atrás, localizando su mente entre las miles de mentes de la ciudad.
"Querido mío, no puedo acudir en este momento, estoy en una situación que me impide reunirme contigo. En cuanto me liberé iré hasta ti, te pido que tengas paciencia".

Ahora la que se paseaba como un león enjaulado era yo, eran la una y media de la madrugada, una hora más o dos y podría irme, o por lo menos, intentarlo. La cantidad de compañeras de celda había disminuido considerablemente, las prostitutas habían sido liberadas, estaban interrogando a otra mujer y la otra homicida estaba sentada cómodamente en la otra punta opuesta a la mía.
Era evidente que me habían castigado por ser tan imprudente y mi propia sangre no me iba a enviar ayuda, por lo tanto tendría que hacer un escape dramático y luego tendría que irme de la ciudad, no quería que Lestat me convirtiera en un motón de cenizas y si desaparecía una o dos décadas sus ánimos se calmarían.
Me senté de nuevo en mi lugar, la esquina que había elegido para mi estadía en la cárcel, y por un breve instante mis pensamientos volaron hacia el recuerdo de mi creador, ¿Qué había sido de él? Luego de que la reina Akasha liquidara a la mayoría de los inmortales no había podido dar con él; por más que no quisiera pensar en ello quizás era hora de asumir que tal vez no volvería a verlo nunca más.
Un nudo me cerró la garganta, qué momento para ponerme sentimental! ¿Y por qué pensaba en él justo ahora? Era probable que el sentimiento de desamparo que experimentaba tuviera mucho que ver, cuando estaba con él nadie podía dañarme, solo él estaba autorizado para tal cosa.
Tal parecía ser que este cautiverio se tornaría un viaje introspectivo... ojalá los dioses fueran piadosos.

Uno a uno los velos de los minutos se descorrían, yo, que hacía siglos no prestaba más atención al pasar de los segundos no podía hacer otra cosa que contemplar la aguja del reloj de pared pasar una y otra vez, decantando la cascada del tiempo.
En las celdas había un silencio infernal mientras que del otro lado del corredor se podía escuchar los sonidos de los teléfonos sonando y el tecleo de las computadoras, murmullos, voces que se alzaban de pronto para volver a desaparecer.
No sé por qué lo recordé, el momento en que nací a la vida inmortal vino a mi mente como un relámpago.
Recordé mi despertar dentro del féretro en el que me habían enterrado, una caja alargada de madera barata, digna de una prostituta como lo era yo. Me extrañaba que no me hubieran lanzado a una fosa común y al mismo tiempo me aliviaba, esa hubiera sido una experiencia terrible, quizás más terrible que el hecho de despertar enterrada.
Al principio me exasperé, la respiración comenzó a entrecortarse y sentí que me faltaba el aire, luego, las singulares maravillas de ser vampiro comenzaron a develarse: escuché a los insectos retorciéndose fuera de mi ataúd, como si pudieran saber que no encontrarían nada que roer en mí, descubrí las vetas de aire entre los terrones de tierra que me cubrían, percibí los olores de la noche a tierra húmeda, flores secas, cuerpos pudriéndose cerca, aire límpido y bruma. Oí los pasos sobre la grava acercándose y supe que eran de él, también oí su corazón y su respiración.
Comencé a escarbar con mis manos, me sentía plena de fuerzas, de un golpe y sin esfuerzo rompí la tapa del féretro, la tierra me cubrió el rostro como una caricia helada, saqué un brazo y luego el otro, me movía con una agilidad inusitada motivada por ir a su encuentro y por otra cosa, la sed: la sentía abrasadora e impiadosa por mis venas.
Ya al último tramo escuché su voz y eso me motivó a ir más de prisa dentro de lo que mis fuerzas me permitían.
Finalmente saqué una mano fuera de la tierra y luego la otra, me empujé fuera y él me tomó por debajo de los brazos y me alzó.
-Maestro -musité con el aliento entrecortado, su rostro estaba distinto a cuando lo veía con mis ojos mortales, más cálido. Le rocé el costado del rostro con la yema de los dedos.
-Bienvenida Morgana, hermosa mía -me devolvió su voz grave, profunda, y me besó en los labios.
Me alzó en brazos, a nuestro alrededor se extendía la oscuridad y el halo plateado de la luna, mientras caminaba conmigo a cuestas le rodeé el cuello con mis brazos -¿Era necesario que pasara por esto?
-Es una tradición familiar, mi creador fue enterrado, yo también... lo lamento querida mía, ¿Ha sido demasiado terrible para ti?
-No, ha sido revelador. Comprendo por qué mantienen este ritual, permite dejar atrás lo que se fue -susurré, un cuervo chilló y pasó volando.
-Me alivia que digas eso, porque si te resultaba traumático salir de tu tumba probablemente fallarías al matar a tu primer víctima y eso, paloma, es lo que harás ahora.
(...)

El policía levantó la vista de la revista con cara de pocos amigos y le dio un sorbo al café negro que tenía en la mano -¿Me permite su credencial? -extendió una mano desganadamente y con la otra marcó un interno en el teléfono -Cooper, llegó el abogado de Mondragón, que la lleven a la sala privada para que hable con él.

El policía no devolvió la sonrisa -No tengo esposa, pero lo entiendo -ladró. Buscó en la base de datos y se secó el sudor con un pañuelo -Maldita humedad -se quejó. La pantalla le devolvió el OK de verificación de identidad del abogado.
Un policía entró a la mesa de recepción, -Acompañe al señor Colleman a la sala privada -masculló sin levantar la vista.

El policía que acompañaba a Gabriel era un chico joven, como de 22 años, se veía más simpático y menos rígido que el oficial de la entrada.
-Señor Colleman, sígame -le pidió mientras abría la puerta hacia un hall de distribución. Empezaron a ir por un pasillo largo e iluminado, se podían ver oficinas de un lado y del otro que tenían vidrios esmerilados, era obvio que desde los 80's no se hacía una remodelación en la estación, todo el mobiliario parecía sacado de una película vieja.
-¿Así que viene a sacar a la chica del callejón? -comentó el oficial con una sonrisa ácida, le abrió otra puerta hacia otro pasillo, allí estaban las celdas para hombres. -Es una lástima que se la lleve, no todos los días se ve una belleza así en una celda. ¿Quién le dijo que estaba acá? Que yo sepa no usó su llamada.

El chico sonrió fríamente, como le habían enseñado en la academia, pero se veía en sus ojos que estaba evaluando todo lo que Gabriel le decía.
-No, por supuesto que no está aquí, ¿Con estas escorias? Habrían acabado con ella en un santiamén y además, sería ilegal -se rió como quien hace una broma pesada y siguió caminando hasta doblar a la derecha, allí había una puerta algo despintada con un vidrio casi opaco, una mujer policía vigilaba al costado del marco -Aquí está la detenida -abrió la puerta y se detuvo -La oficial Rodríguez y yo esperaremos aquí, por si hay inconvenientes -hizo un gesto para que Gabriel entrara y se puso al otro costado de la puerta.

Estaba sentada en mi rincón de la celda común cuando me llegó un mensaje mental de Wilhelmina avisándome que me estaban enviando ayuda, debo confesar que sentí alivio por un lado y decepción por el otro, ya estaba empezando a agradarme la idea de quemar la estación de policía hasta los cimientos. Mi querida Mina, nunca me fallaba.
A la media hora una mujer policía vino a buscarme y me llevó a una habitación sucia y alejada, me dijo en el trayecto que había venido mi abogado, el comentario me hizo mucha gracia, ¿A quién habrían mandado?
Estuve esperando unos minutos, todavía con las esposas puestas, me crucé de piernas y comencé a mirarme las uñas para demostrar que me importaba un bledo que me consideraran peligrosa o inocente, en realidad me importaba un bledo lo que pensaranla mayoría de los seres humanos. A la policía no le hizo ninguna gracia mi actitud.
Finalmente salió y pude ver la puerta entreabrirse, los hombres intercambiaron unas palabras antes de que "mi abogado" entrara a la habitación.
Un hombre de unos 30 y algo de años ingresó al cuarto, estaba vestido a la moda italiana, su traje era de corte impecable y las telas de excelente calidad, si estaba pretendiendo ser un abogado de una importante firma lo estaba logrando... o quizás lo fuera, quién sabía. Tenía un caminar elegante y medido, pude notar que la ropa no era lo único impecable, estaba bien afeitado, bien peinado y tenía la manicura como recién hecha. No pude evitar inspeccionarlo con la mirada, era un hombre apuesto y por el brillo de sus ojos se veía que no tenía un pelo de tonto.
Me sentí cuanto menos curiosa hacia mi salvador. Iba a decir algo pero me abstuve, prefería que él rompiera el hielo.

Gabriel entró en la habitación y vio a esa espléndida mujer sentada tras una mesa encadenada. El policía no se había equivocado, su exótica belleza no abundaba y mucho menos por estos lugares. Al cruzar sus miradas le hizo un gesto con su cabeza de saludo y comenzó a caminar pausadamente dando una vuelta entera a la habitación mientras escrutaba con oficio cada rincón de la misma. Al finalizar se sentó en la silla frente a su cliente y le dijo: - Buenas Noches, mi nombre es Edward Colleman, vengo en la representación de la firma Beszterczahn. Digamen, ¿La han tratado bien? ¿Usted cómo se encuentra?- Una cara seria y profesional dominaban todos los rasgos de Gabriel, tenia un rol que jugar y el esperaba que ella también lo siga.

FDJ: Hago una tirada de percepción para verificar que no nos estén viendo o escuchando. O sea, buscar dispositivos de audio o vídeo o ventas, etc. Admin decime cómo me fue.

La habitación, además de deteriorada está semi vacía por lo que no tenés de qué preocuparte ahí adentro: nadie los espía.

La forma en que inspeccionó la habitación me llamó la atención, sin lugar a dudas era un hombre precavido, luego mencionó el apellido ilustre de Mina: fue el guiño indicado para confirmarme que esta era la ayuda prometida.
-Señor Colleman esto ha sido una pesadilla -solté mis primeras palabras con aprehensión, fingiendo nerviosismo -Me han tratado bien, sí, pero estoy aquí injustamente, yo iba a socorrer al hombre pero ya estaba muerto y después llegó la policía... -quise llorar para darle más dramatismo pero mis lágrimas de sangre arruinarían todo.
-Por favor, sáqueme de aquí, esto es un error.-Miré al sujeto directo a los ojos, el labio inferior me temblaba levemente y sentía que los ojos me ardían, estaba dejando salir un poco de la angustia que me provocaba saber el amanecer a unas horas de distancia y yo aún atrapada entre esas paredes, me sacudí como despertando de una ensoñación.
Entonces se me ocurrió, ¿Y si era este el ítaloargentino que Demian había ido a buscar a Buenos Aires? Quise espiar sus pensamientos pero su mente estaba cerrada como una cripta.
Por suerte esa noche ya había matado porque el olor de la sangre de todos los humanos que me rodeaban empezó a intoxicarme, como un suave narcótico... -Sáqueme de aquí porque no respondo de mí -susurré por lo bajo y noté que mis colmillos me rozaban apenas el labio de abajo mientras sonreía con verdadera maldad por unos segundos y luego volvía a mi pose de muchacha atormentada.

El policía miró a Gabriel con cara poco disimulada de desagrado y entró a la habitación luego de hacerle una seña a su compañera -¿Usted cree que es obvio que no está involucrada en el caso? Yo no estaría tan seguro... -cerró la puerta detrás de él -La encontramos con las manos en la masa en la escena del crimen, era la única presente con los dos cuerpos calientes todavía y las manos ensangrentadas... Es cierto que su contextura física no encaja pero ya veremos qué dice el forense, por ahora solo puedo decirle que su expediente es muy interesante -sonrió toscamente y miró primero a Morgana y después a Gabriel -Ya quisiera ver qué va a hacer usted cuando descubran que sus documentos son falsos... Podría quedarse en una celda toda la noche y no es eso lo que queremos, ¿verdad?

Dantés.
El apellido le pegó en la cara como si lo hubieran abofeteado. Quiso disimular pero no pudo evitar ponerse pálido y empezar a sudar frío. Su padre le había hablado de la familia Dantés desde su niñez pero nunca había conocido a nadie que perteneciera a ella...
-Cla, cla, claro que somos amigos señor Dantés -tartamudeó -Por favor, ignore lo que le dije antes, no sabía quién era usted -balbuceó y sacó un pañuelo para secarse el sudor de la frente -Es un honor para mí ayudarlo a sacar a la señora Mondragón del destacamento -dijo ya más tranquilo pero alerta -Voy a agilizar el papeleo y se lo traigo, la fianza es de 2000 dólares, tendrá que pagarla de todos modos, si no será sospechoso.
Se retiró rápido y volvió en menos de 20 minutos, traía el papeleo de Morgana y entre las formas a firmar estaba el expediente de la vampiro y sus documentos.
-Esto es una atención de mi parte, sería un privilegio para mí trabajar para usted, como ve soy expeditivo y práctico. De mi compañera me encargaré yo, descuide -le extendió la mano como saludo -Recuerde, soy Max Cooper.

Estaba cuanto menos impactada, ¿Quién hubiera imaginado que este Dantés era tan influyente? Ahora sí, estaba segura de que era el italiano que Demian había contactado y parecía ser que las historias sobre su familia eran bastante ciertas, seguro que Maharet estaría encantada con su nuevo aliado, si es que era un aliado... Yo todavía no estaba tan segura, aunque me hubiera salvado el pellejo esa noche.
Me dejé conducir fuera y poner "a salvo" dentro del automóvil negro que nos esperaba a la salida de la jefatura. Adentro del vehículo la iluminación era tenue, cómoda para mis ojos nocturnos ya cansados. Deslicé la mano por los asientos de cuero y sentí el ronroneo suave del motor, el aire todavía estaba embebido de la fragancia de monsieur Dantés, un perfume fuerte con tintes de maderas y cuero.
Cuando entró al auto lo miré sonriendo ampliamente y me crucé de piernas con elegancia -Mi héroe -susurré en tono de broma -¿Con quién tengo el honor?

- Maravilloso...

Acariciaba el borde de la capucha de mi capa.
Había asistido a toda la escena apostada en la esquina de la comisaría... Había llegado antes que Dantés gracias a mi conocimiento de calles y recovecos: NOLA y yo somos íntimas amigas...

Todo se había resuelto a pedir de boca.

Di media vuelta y volví a hundirme en la bella noche... Aún faltaba para el amanecer y hacía una bella noche para ir caminando.

Mañana sería otro día.