Concilio - Crimen y castigo

Nada como despertar del descanso nocturno y recibir un mensaje de la vampira más fuerte y vieja del mundo.
Sabía que mis actos de la noche anterior no iban a quedar impunes, solo pensé que iba a tardar más tiempo el verdugo en llamarme al patíbulo.



Resoplé y me secudí las sábanas que me cubrían hasta la cabeza de una patada y me quedé pensando unos minutos, ¿Me había dicho Gabriel dónde se estaba quedando?
Tenía un nudo en el estómago, no podía evitar sentirme como una niña después de todos estos años.

-Morgana, cherí -susurré y me acerqué por detrás de ella, la tomé por los hombros y la conduje suavemente hasta una poltrona luis xv que había cerca de Maharet, pude notar que se tensaba ante mi contacto -No seas tímida, acércate -agregué y sonreí sardónicamente mostrando apenas las puntas de mis colmillos -Te estábamos esperando.
Una vez que la obligué con gentileza a sentarse me puse yo a su lado en otra poltrona; me crucé elegantemente mis piernas y ubicando mi codo en el apoyabrazos puse mi puño bajo mi mentón y la miré, a la espera de lo que sin dudas, sería un interrogatorio muy divertido. Su cara demostraba preocupación, sin duda era una chica inteligente: tenía enfrente a los dos vampiros más poderosos que transitaban esta Tierra, yo también estaría preocupado si me mandaran a llamar.
Maharet permaneció de pie, a ella le gustaba demostrar mando a pesar de ser un mando muy amable y humano.

¡Que me parta un rayo! Si Lestat estaba ahí quería decir que estaba en serios problemas, después de todo Nueva Orleans estaba bajo su poder en cierta manera, nada oficial, pero se sabía que un vampiro que habitaba por mucho tiempo en una misma ciudad la consideraba suya pasado un buen tiempo. Eso y aquella vez en que Lestat mataba como moscas a todos novatos los que hacían lío en sus tierras... un escalofrío me recorrió la espalda, agradable por hacerme sentir tan vulnerable y terrorífico porque sabía que encajaba en la descripción.
-¿Qué quieren de mí? -logré articular con voz clara después de mucho debate interior -Me mandaron a llamar, pues aquí estoy.
Que no se dijera que era una cobarde.

-Lo sé -respondí apretando los puños en el borde de mi asiento, estaba inclinada hacia adelante con la espalda recta, me sentía acorralada.
Pensé unos segundos en qué hacer, qué decir, lo único que quería era que me dejaran ir pero sabía que hasta que no estuvieran satisfechos eso no pasaría.
-Lestat no fue mi intención armar este embrollo en tu territorio -dije girándome hacia él que estaba en el asiento contiguo -Pensé que tenía la situación bajo control y de pronto todo estaba de cabeza, ese patrullero llegó de improvisto... -mi excusa me pareció patética pero ¿Qué iba a decirles? ¿Que estaba alardeando para impresionar a un mortal? ¿Que lo hice para protegerlo? Mis pensamientos volaron hacia Letholdus un instante, un breve instante lleno de deseo, y luego los alejé: no quería que estos dos supieran de él. Entonces una idea iluminó mi mente -Estaba protegiendo a un mortal, un joven que conocí en un bar -murmuré sin darle importancia -Los que maté nos querían dar muerte -aclaré.
Sentí entonces un leve murmullo mental pero reconocí la forma en que los pensamientos eran enviados hacia mí por la persona, era Letholdus. Se estaba poniendo en contacto nuevamente y yo estab tan nerviosa en ese momento que tenía mis poderes como bloqueados... qué mala suerte.

-Ojalá esto se tratara de algo tan banal como hacer algo de lío con la policía local en mi territorio... -afirmé dándole una mirada vehemente -Te conozco hace algo más de una década y nunca creí que fueras capaz de hacer algo tan tonto -negué con la cabeza y sonreí maliciosamente -Ese muchacho debe haberte impactado mucho para que te olvidaras las reglas básicas de nuestra supervivencia.

Para sorpresa de Lestat la mente de Morgana no es tan fácil de sondear como hubiera creído. No solo impone resistencia eficazmente si no que el príncipe de los vampiros no logra percibir nada concreto de ella, solo que sus pensamientos están inmiscuidos en cosas importantes para ella y que sus sentimientos son muy intensos.
Mientras tanto Morgana percibe lejanamente una perturbación en su vibración mental pero lo atribuye a su estado de tensión.

Le di a Lestat una mirada de súplica, sabía que le divertían estas cosas y que en verdad si hubiera estado mínimamente ofendido o molesto lo hubiera hablado conmigo directamente, o sea que en realidad Maharet era el problema, seguramente ella no sabría qué hacer conmigo o temiera que actuara irracionalmente para la desgracia de todos y Lestat estaba allí para darle su apoyo.
-Tienes razón -reconocí a regañadientes -No fue lo más astuto de mi parte pero fue por preservar una vida y no maté a inocentes, eso tiene que contar -alegué con firmeza -Tenían la clara intención de matar y al beber de ellos extraje de su mente recuerdos de otros asesinatos -expliqué, pedía interiormente que aquello fuera suficiente, ¿Qué esperaban? ¿que pidiera perdón como si fuera una niña?
Bajé la cabeza y traté de enviar a Letholdus una respuesta a su intento de contactarme "Letholdus necesito de tu ayuda" le dije "Necesito que vengas a donde estoy y que testifiques a mi favor, te explicaré mejor en cuanto llegues" y le detallé cómo llegar a la mansión de Maharet.

¿Cómo era posible que esta chiquilla tuviera semejante poder mental? Estaba impresionado, gratamente impresionado... Siempre había tenido la impresión de que Morgana era mucho más dotada de lo que demostraba y esto no hacía sino confirmar mi presunción. Aunque tal vez ella fuera ignorante de su verdadero potencial.
Parecía una chica conflictuada y tenía obvios problemas con la autoridad, pero ¿No los tuve yo también y sin embargo allí estaba como consorte de la nueva Maestra de la Asamblea? Sin lugar a dudas su maestro no había sabido apreciar sus talentos; quizás, solo quizás, la ayudara con eso luego, si es que Maharet quedaba satisfecha con sus respuestas.
A pesar de no recibir nada en concreto de su mente había algo que sí sabía: no estaba mintiendo. -Creo que debemos dejarla ir -solté -Es obvio que no miente y no creo que vuelva a cometer una tontería así, ¿no es cierto cherí?

Salí del restaurante en el que me encontraba y siguiendo las instrucciones que Morgana me había dado, por fin llegué al sitio donde me reuniría con ella. Una elegante mansión se presentó como escenario.

Inspeccioné el perímetro como por reflejo, una reja y muros rodeaban a la edificación principal, lo mejor sería tocar la puerta. No alcancé a ver timbres así que alcé la voz para hacerme escuchar por las personas que estuviesen más cerca de la reja.

- Saludos. Mi nombre es Letholdus, una amiga mía me ha pedido venir a asistirla, Morgana ¿la conocen? ¿Hola? ¿Alguien me escucha?

Esperaba que alguien oyese mi llamado y lo complementé con algunos ligeros golpes a la puerta.

- ¿Hola?

Me mordí el labio antes de hablar, -Él estaba presente cuando ocurrió el incidente, podrán interrogarlo y ver que no estoy mintiendo -aseguré. La verdad es que mis ansias de verlo superaban lo grave de la situación y me confortaba el hecho de que no estuviera resentido por mi desplante de la noche anterior, ya habría tiempo para explicarle... Lo único que esperaba es que al traerlo ante estos dos no lo estuviera exponiendo a un peligro mayor, no eran ni lento ni perezosos para acabar con todo aquel que pusiera en peligro a la "manada".

Alcancé a escuchar la voz de una mujer, al parecer comunicándose a través de un intercomunicador o teléfono, al parecer ella autorizaba mi paso y ordenaba que fuese conducido hasta la biblioteca.

Los hombres que servían proporcionando seguridad a aquella mansión no tardaron en abrir las puertas y permitirme entrar, de igual forma uno de ellos me condujo hasta la biblioteca sin decir nada a pesar de mis intentos de forjar conversación.

- Y... ¿quién es la persona que es dueña de ésta elegante propiedad?...

Sin respuesta.

- Muy hermosos ornamentos, excelente gusto decorativo...

Aun sin recibir respuesta alguno y ya ingresado a la biblioteca.

- Supongo que no te quedarás a conversar, yo simplemente esperaré por aquí

Efectivamente, sin decir nada, aquel hombre se retiró, dejándome solo en aquel santuario para libros.

Mis ojos vagaron entre los títulos por una especie de hábito que forma la mirada que busca información. Al menos había encontrado tres títulos que esperaría poder consultar después.

Y esperé, no sabía bien qué, pero esperé.

El mortal estaba en la antesala al escritorio de Maharet, la biblioteca. Podía oler su perfume y el suavizante de tintorería de su ropa, me levanté de mi poltrona, fui hasta la puerta de doble hoja y la abrí. Me aposté en el marco de brazos cruzados y esperé hasta que me viera, cuando sus ojos me divisaron lo saludé con la mano en alto, jugando, como quien ve a un conocido por la calle, luego le indiqué que se acercara.
Esperé a que cruzara el umbral y cerré la puerta detrás de él, -Letholdus, qué nombre más encantador, ¿Te lo puso tu madre o tu padre? -pregunté divagando, puse mis manos en sus hombros y lo guié hasta la que había sido mi silla hasta ese momento, por más que hubiera querido no hubiera podido resistirse -Ven, siéntate junto a Morganita, no seas tímido -sonreí de costado y le mostré la poltrona con un gesto -Ella dice que tienes una historia muy interesante para contarnos de lo ocurrido la noche anterior, el asesinato que presenciaste y que ella cometió, dice que lo hizo para impresionarte, debes ser todo un galán para que un vampiro trate de hacer eso a las horas de conocerte... -me reí por lo bajo.

Me acerqué tímidamente a los estantes, un tomo había llamado mi atención, tenía un título escrito con letras doradas sobre el lomo pero no reconocía el idioma o alfabeto en el cual había sido plasmado. Sentía una gran tentación por tomarlo entre mis manos y revisar su contenido pero en ésa casa era un invitado, o algo así, daba mas la sensación de ser un intruso.

Sentí una mirada sobre la nuca, me alegré de no haberme atrevido a tocar nada de la habitación y me giré para ver a quien me observaba. Un hombre de rasgos simpáticos me saludaba e invitaba a seguirlo ¿qué podía hacer? Me limité a obedecer y acercarme.

- Gracias. Mi padre me concedió el nombre, mismo que él portaba y para continuar el legado familiar

Sentía la fuerza de su agarre sobre mis hombros, no me hacía daño ni presionaba pero se sentía su firmeza; daba la impresión que de así quererlo, podría partirme en dos usando sus manos.

En aquella estancia se encontraban dos mujeres, Morgana y una dama de identidad desconocida pero con un porte soberbio, como si se tratase de alguien de nobleza.

Incliné mi cabeza a manera de saludo hacia Morgana, también a modo de disculpa por haberme ausentado en la reunión que habíamos concertado pero podía verse que ella también se había encontrado algo ocupada.

El hombre me señaló un asiento e invito sentarme, yo no encontraba motivo que me impidiese aceptar su oferta.

- Antes que cualquier otro tema a tratar, creo que será pertinente que me presente. Mi nombre es Letholdus IX Marie Barthélemy Guido Philippe Signoret Oriard, a su servicio

Daba una extraña sensación estar entre aquellas poderosas figuras, daba cierta sensación de debilidad, como ser rodeado por lobos que han decidido poner a un lado su apetito para contemplar a una potencial presa.

Claro, si la presa fuese en apariencia una delgada y escurridiza serpiente, que de ser necesario, usaría el veneno.

- Me halaga, señor, pero trato de no pecar de soberbia y dudo que haya sido acción con el objetivo de impresionarme, fue mas algo con fines de defensa propia. Puedo asegurar que aquellos hombres no poseían buenas intenciones para nosotros y que no tendrían consideración alguna con nuestra vida

Hice una pausa, bueno, habrían tenido muchos problemas para derribar a Morgana pero yo no tenía la resistencia de ella, en realidad mi existencia era la única que corría riesgo.

- Agradezco el gesto de Morgana, me concedió oportunidad de defenderme del ataque y salvó mi vida con su pronta reacción, estoy en deuda con ella. La muerte del atacante resultó como una inesperada consecuencia al presentar nuestra defensa

Por un instante deseé que Lestat y yo tuviéramos el mismo poder, porque al fin y al cabo teníamos casi la misma edad como inmortales su única ventaja era que había bebido glotonamente, al igual que un niño de pecho, de la sangre de la vampira primigenia. Si no tuviera tanto poder podría haber intentado romperle un brazo nada más para reparar la afrenta que me estaba haciendo pasar mofándose de mí delante de Letholdus, avergonzándome con sus comentarios. Si los dioses eran generosos me darían el poder de hacerlo estallar en llamas con mi solo deseo... pero los dioses nunca eran generosos.
Creo que le di una mirada asesina que no pude contener, por suerte Letholdus se comportó caballerosamente y le dio una lección de humildad.
Solo quería que todo aquello terminara pronto y que dejaran esos dos de fastidiarme, ¿Era mucho pedir para un ser que ya había atravesado todas las barreras humanas y temporales?
Me recliné en el asiento y miré a mi salvador dándole una mirada vehemente, de disculpas por el comportamiento de mi par, a veces Lestat era un vampiro tan encantador como irreverente.
Luego le sonreí a Letholdus, estaba agradecida de que hubiera acudido, si luego me reprochaba mi ausencia de anoche podríamos hablarlo pero el que estuviera allí significaba que no estaba tan enfadado como para evitarme -No temas contarles nada, si omites algo lo sabrán y yo no tengo nada que esconder... -le dije.

Maharet y Lestat, ahora que sabía el rol que cumplían, se antojaban como personajes más intrigantes ¿supervisores? alguna especie de agentes que se encargaban de mantener los secretos como tales, susurros apenas audibles para la noche pero lejos de ser verdades para el resto de la población.

Al parecer la situación con los asaltantes había crecido y expuesto su celosamente guardada condición, he ahí el origen de todo el predicamento por el que estábamos reunidos.

Escuché la petición de Maharet y la recomendación de Morgana, a quién dediqué una sonrisa.

Imaginaba que muy pocos "hombres" habían pisado éste espacio y que tan sólo mi presencia ya representaba una variante en todo el asunto de conservar en secreto la esencia de lo que ellos son pero no tenía caso preocuparse o cargar con nervios. Así que me acomodé lo mejor posible en aquel sillón y tranquilamente empecé mi relato.

- No tengo nada que ocultar sobre los hechos que presencié. Aunque puede que no haya contemplado en su totalidad el desarrollo de la situación

Abrí los brazos como si presentase la verdad de mi crónica y que no escatimaría en detalles.

- Recién había visitado el St. Louis Cemetery No. 1 y el cielo presagiaba que una tormenta se avecinaba, necesitaba encontrar refugio y un lugar para descansar, para mi fortuna encontré un muy agradable bar: "Le vieux chevalier", por cierto, un lugar que podría recomendar que visitasen

En mi mente reconstruía los hechos, detalles como el letrero gastado de la entrada del local, la apariencia de aquellas personas desconocidas pero que ya formaban parte de mis recuerdos y empecé a vagar entre memorias previas a mi paseo vespertino pero no eran asuntos que incumbiesen a la conversación.

- Pedí un trago y alcancé a ver a Morgana al otro lado del bar, al parecer se encontraba esperando a alguien y en ése momento resonó la pieza de "Hojas de otoño", una pieza que ella había solicitado a los músicos del sitio. No dudé en aprovechar para iniciar conversación a partir de una descripción de la composición y ejecución, dedicar un par de halagos y buscar una presentación formal de nuestros nombres

No pude evitar buscar la mirada de Morgana para intentar comprobar que su memoria también evocaba el momento en el que nos conocimos, le sonreí y continué:

- Compartimos algunos tragos y una muy amena conversación sobre nuestra genealogía y un poco de nuestro origen, así como impresiones que nos causamos. Morgana sugirió un cambio de escenario, salir del local para continuar nuestra conversación en una caminata

Hice una breve pausa al recordar que durante nuestra platica, se empezaba a levantar el velo que ocultaba la identidad de ella, la primera vez que alcancé a vislumbrar sus colmillos, sentir el frío y blancura de su piel.

- En nuestro paseo mantuvimos nuestra conversación mientras disfrutábamos de el agradable fresco que había dejado el paso de la lluvia por las calles de Nueva Orleans. Giramos en una esquina saliendo del paso más transitado pero nos encontramos con el rostro de alguien que parecía habernos seguido desde que salimos del bar...

Aquí es donde el recuerdo podría perder exactitud, todo sucedió muy rápido.

- Eran dos personas de actitud sospechosa y como mencioné, uno parecía habernos seguido, además sacó un revólver y trató de apuntarle a Morgana. Ella reaccionó veloz y le golpeó en la cara para desarmarlo, le enfrentó mientras yo me hacía cargo de su compañero de fechorías, ninguno de los dos ofreció su rendición y dieron pelea. Eventualmente pude hacerme cargo del compinche de nuestro atacante y le dejé un poco herido e inconsciente

Miré fijamente a Morgana.

- Aquel hombre, el que había hecho el intento de amenazarnos con el arma de fuego, claramente tenía la intención de herirnos más allá de cualquier pertenencia que pudiese sustraer de nuestros bolsillos. Tal espíritu violento, tal deseo de muerte debió ser demasiado ofensivo para Morgana y ella le consumió.

Así de simple había pasado, así de rápido, no era necesario ornamentar el suceso, así lo había presenciado.

- Considerando la posibilidad de que algún policía podría dar con nosotros y aquel infeliz que ahora yacía muerto, decidimos concertar un nuevo encuentro lejos de aquella escena y separarnos momentáneamente. Desconozco que sucedió después, yo emprendí camino bajo la lluvia con la promesa de reunirme con Morgana de nuevo pero dicha cita resultó imposible y hoy fui convocado a éste sitio. Es todo lo que tengo para decir, juro que se trata de toda la verdad, ruego que tomen en consideración los hechos que he narrado para ver que en realidad se trataba de un acto de defensa propia y de su acompañante, en éste caso de un servidor.

¿Y ahora? ¿qué esperábamos? ¿un juicio? ¿un debate? ¿absolución o castigo?

Asentí con la cabeza, me puse de pie y despedí provisionalmente.

- Un honor haber podido contribuir con la reconstrucción de los hechos, espero que mi testimonio les haya resultado de utilidad y de paso, disipado algunas dudas.

Giré sobre mis pasos para volver a la biblioteca, no sin antes dedicar una sonrisa reconfortante para Morgana, deseando que nuestro encuentro no le ocasionase ningún problema con éste peculiar grupo.

Ya en la puerta de la biblioteca, agregué:

- Por cierto, es un hermoso edificio, preciosa y soberbia morada, además de resguardar tan maravillosa colección de letras.

Por supuesto, refiriendo a su gran biblioteca.

Cerré la puerta tras de mí y me dediqué a esperar a Morgana mientras revisaba los títulos de algunos de los ejemplares que descansaban entre los estantes.

Apenas Letholdus cruzó la puerta miré a mis interrogadores -Supongo que me puedo ir -aduje intercalando la mirada -Letholdus ha sido más que claro y creo que ya no hay nada más que hablar de este asunto.
Me levanté para irme.