Volver a la rutina

Habían pasado algunos días desde el accidente, los suficientes para que me volviera loca. Tenía sobre la mesa de noche un papelillo con el número y el nombre del hombre que me había sacado de la ambulancia, prometiéndome que le llamaría para darle las gracias y de paso llamaría a mis padres, el problema era que aún no me decidía cuándo era ese momento. Miré por la ventana, pasaban de las seis de la tarde y había una tenue lluvia que seguramente mojaría más de lo que aparentaba.

Me levanté de un salto, miré el celular y luego el fijo, no no tenía ganas de llamar a nadie. Tomé un baño largo, necesitaba salir de casa y dejar de pensar en los dos muertos, pobre gente, trabajar me haría bien. Para las ocho de la noche estaba lista para salir al hospital, no había nada más gratificante que ir y salvar alguna vida para volver a sentirme útil. No quise conducir, caminar me haría bien, hacía mucho que no lo hacía por la ciudad, un par de meses. Quizás desde la última vez que había salido con alguien.

Pasé por la cafetería y pedí un capuccino doble, luego retomé el camino. Ya sólo quedaba cruzar la plaza y llegar a mi lugar de trabajo, a más de uno le haría feliz verme porque no tendrían que cumplir mi guardia. Estaba a mitad del parque cuando sonó mi celular, miré y era mi hermano, atendí y hablamos un poco, luego retomé el camino. Me sentía bien pero aún recordaba el accidente, no iba a ser fácil pero nunca lo había sido. Me quedé parada a las puertas del recinto y respiré profundo antes de entrar.

Finalmente di un paso y luego otro, estaba en mi territorio. Mientras avanzaba enfundada en un vaquero y una camiseta blanca, iba saludando. Primero Jerry el recepcionista que enseguida me puso al tanto de las emergencias y me dijo lo mucho que me echaba de menos, iba a ser una noche larga, pero iba a ser buena. Me despedí de Jerry y fui a cambiarme, ponerme la bata blanca y entrar en la UIC a ver quién me necesitaba.

Sólo trabajando iba a sacarme de la cabeza las insensateces que me estaban pasando por ella. Además, tenía que terminar el doctorado ya, era una cuenta pendiente. Luego volvería a pensar si era factible visitar a mis padres o mejor sólo llamarlos. En efecto, la noche pasó rápido, sólo tuve dos cirugías pero una duró cuatro horas y la otra dos, a la mañana siguiente estaba fundida pero contenta.

Me despedí de mi jefe y de la jefa de enfermeras y volví por el mismo camino, busqué un par de libros para leer antes de dormir. Necesitaba descansar unas cinco horas y luego pasarme por la universidad, me faltaban algunos horarios. La biotecnología era una asignatura pendiente para mí pero ya casi me recibía, así que tenía que poner todo de mi parte, una vez más, el 200 %. Un par de meses más y listo.

Luego si podía, tomaría unas vacaciones al costo que fuese, me estaba fundiendo y era demasiado joven para ello o quizás no y por eso la vida nocturna me pasaba factura.

Tenía algunas horas antes de volver al hospital, tenía que llamar a mis padres aunque fuera lo último que hiciera. Tomé el aparato, disqué los números y esperé a que atendiesen del otro lado con el corazón en la boca. Un hola lejano y al mismo tiempo familiar, un hola que volvió a repetirse porque yo no atinaba a responder, sino hasta el tercero.

-H-Hola... Hola mamá...

El silencio se hizo del otro lado y yo tenía un nudo en la garganta era mucho peor que una cirugía de dieciséis horas. Respiré profundo tras el iniciar: "¿Qué quieres, Jada?" de mi madre, era evidente que no me había perdonado, ni ella, ni mi padre porque ella siempre hacía lo que él quería.

-Sólo saber cómo están.
-Eso ya lo sabes, te lo ha dicho tu hermano-respondió tajante.
-Lo siento es que yo...
-Mira, desde que decidiste hacer a un lado a tus padres, nos perdiste. Tomaste tus decisiones y no fuiste capaz de recapacitar... No me vengas ahora con que te importamos, Jada-dijo ella sin dejarme hablar.-No te necesitamos así como tú no nos necesitas a nosotros ahora y no nos necesitaste cuando hacíamos todo por ti, así que te pido que no vuelvas a llamar.

Mi madre podía ser muy fría si quería y no se notaba que tuviese remordimientos o que titubease con decirme aquello. De alguna manera tenía razón.

-No volveré a hacerlo, lo siento...

Me pareció escuchar un escueto gracias y luego como colgaba el aparato en su sitio. Los necesitaba pero ya no los tenía, había estado a punto de morir y no le había importado a nadie, me lo había ganado pero era humana y tenía derecho a equivocarme, quería arreglar las cosas pero por casa no estaba por la labor. Me quedé sentada, hacía años que no fumaba pero tenía un atado en uno de los cajones, me levanté y lo tomé, dudé un instante pero al poco tomé un cigarrillo y lo encendí mientras las lágrimas caían por mis ojos.

-Sola, así, como has estado siempre desde que pusiste un pie fuera de la casa Hansen.

Iba a ser una larga noche y además, sin tener a quien contarle nada.

Después de un rato de compadecerme a mí misma, me levanté y me preparé para ir al hospital. Si trabajaba, podía olvidar las cosas. Afuera estaba mucho mejor que en mi bonito departamente, siempre la calle me había parecido un mar de oportunidades, las cosas no tenían por qué cambiar. No aquella noche.