Bathory Drinks & Drunks (Bourbon Street)

Largos años habían pasado desde que la Reina había desaparecido de esta tierra, es increíble como todavía me duele pronunciar su nombre. A veces me parecía que todo era un sueño, que de un momento a otro despertaría de mi ilusión y volvería a bajar los escalones de la antigua cripta, que volvería a contemplar su perfecto rostro inanimado, sus ropas de lino y sus joyas antiquísimas, que volvería a quemar incienso y cantar himnos para ella.
Pero no, no era un sueño. El hecho de que estuviera en ese bar atestado de gente sin temor a que el sol sorprendiera a la Madre y al Padre era la prueba de que ellos ya no estaban y yo era libre. Libre por primera vez desde que había sido creado, miles de años atrás.
Desde que había llegado a Nueva Orleans de visita luego de dejar la Isla de la Noche me había hecho cliente regular de este bar, cuya clientela era a todas luces intrigante. Me divertía ver a los jóvenes disfrazados de góticos, a las muchachas vampiresas con sus pelucas negras y su palidez de maquillaje... Y siempre que quisiera ir a conversar con algún bebedor de sangre podría ir a la parte de atrás, donde se reunían. Sin embargo no era ese mi deseo esta noche, los inmortales suelen tornarse aburridos y repetitivos, los humanos siempre son impredecibles.
Así que allí me encontraba entre la multitud, solo en mi mesa color caoba con su lámpara de tulipa roja, pequeña, como todas las mesas del lugar, observando el piso en damero blanco y negro y revolviendo la cerveza ya tibia de mi vaso de vidrio.
Esa noche llevaba un traje gris oscuro, camisa de seda roja y el cabello corto. Un poco fuera de moda, sí, pero la moda en estos tiempos es vestirse como a uno le place.
Había estado contemplando a los mortales bailar, reír, pelearse, ir y venir. Quizás ya hubiera sido suficiente por aquella noche, quizás ya fuera hora de irme. Me levanté y busqué mi billetera para pagar la cerveza.

Todo había sucedido tan rápido. Las calles estaban vacías, era oscuro, como mi mirada. Las tinieblas se apoderaban cada vez más de mis alrededores, y ya no sabía ni que pensar. Ahora estaba más sola que nunca, y necesitaba ir a algún lugar donde se viera actividad, donde poder ver rostros alegres, algunos no tanto, o gente, simplemente gente. Para ello, decidí entrar en un bar. Oh, si, claro que había gente, la verdad es que estaba lleno, y era algo que, dentro de lo que cabe, me llenaba de satisfacción. Solo al entrar, noté algunas miradas en mi nuca. No les di importancia. Solo me senté en la barra. la única bebida que solía pedir, era agua. Si, era extraño, pero así era, solo me gustaba el agua. En cuanto lo pedí, el barman me miró algo extrañado y con una ceja levantada. ¿que pasa? Todo el mundo pide lo que quiere, ¿no puedo yo?, claro que puedo...de hecho, así fue. Giré mi taburete para mirar a la gente que había en la estancia. Cogí la botella de agua y llené la copa que me dieron. Coloqué mis labios con suavidad en el borde de la copa y le di dos pequeños tragos. Volví a dejar la copa mientras seguía observando lo que me rodeaba. No muy lejos, un hombre hablaba con una mujer, en la otra esquina del bar, dos muchachas...bueno, dandose besos, supongo que era normal, en la epoca en la que estamos ya nada es extraño, otros mas allá se limitaban a jugar al billar, y un hombre muy cerca de mi deseaba abandonar ya el bar mientras pagaba lo que había tomado. Hice una mueca y volví a girarme y sin querer le tiré a ese mismo hombre, mi copa de agua encima de el.

-Oh...lo...lo siento mucho señor...de verdad...yo...lo siento

Odiaba ser tan tímida en aquellas ocasiones, la verdad. Se me trababa la lengua y parecía estúpidamente torpe. Cogí unas servilletas e intenté secarle, claro...como si eso sirviera de nada. Di gracias a Dios de que tan solo era agua, así que pensé que no se enfadaría mucho conmigo, aunque no es agradable que te tiren una copa encima justo cuando vas a salir a la calle.

-De verdad, discúlpeme, no se que hacía

Iba de camino a abandonar el local cuando una muchachita derramó agua sobre mi camisa, ¿Lo había hecho a propósito? Me sentí tentado de hurgar en sus pensamientos pero hubiera sido muy descortés. Por lo pronto parecía que estaba realmente apenada y por otro lado, era encantadora. Quizás no fuera hora de irme después de todo.
-Está bien, querida, es solo una camisa, no te preocupes tanto -murmuré con desenfado, tomé sus manos que trataban de secar la seda y la aparté suavemente, no fuera cosa que notara la textura demasiado firme de mi carne inmortal.
-Veo que no eres clienta de este bar -sonreí veladamente para que no me viera los colmillos, -¿Cómo es que una chica como tú ha llegado aquí?

Me mordí la uña del dedo pulgar sin llegar a romperla, pues me gustaba tenerlas medianamente largas. Lo cierto es que me sentía idiota y me daba rabia ser así de inútil. Me puse algo nerviosa y respiré hondo mirandolo con pena, pues me sabía mal haberle tirado el agua por encima, aunque el no pareciera muy enfadado. Suspiré y lo miré negando.

-No...solo pasé a mirar...y de que sirvió...¿de verdad no le importa? Si quiere...no se...puedo secar la camisa..anda...es de seda...estas camisas se lavan en seco...dios..que mal me sabe...lo siento mucho

Me di con la palma de la mano en la frente y me aparté el pelo.

-De verdad...ah...que desastre...pasé a mirar porque en mi casa me sentía sola y...ala...así trato a la gente que hay a mis alrededores

Estos humanos y sus comentarios, ¡sus gestos! estaba encantado; sería una muchacha interesante de observar por unas horas. -Supongo que tendrás que darme una reparación por arruinarme la camisa, ¿Qué te parece si te invito unos tragos y me hablas más de eso que te tiene tan preocupada? -sugerí y sonreí con los labios cerrados, después de todo faltaban algunas horas para el amanecer.
-Ven, querida, volvamos a mi mesa - ofrecí extendiendo una mano, solo para volver a sentir unos segundos la lozanía de su piel. Hasta quizás bebiera de ella unos traguitos y luego haría que no recordara nada. Aunque ya me había alimentado más que suficiente para un vampiro de mi edad, aún quería escuchar un poco de su historia, ¿No era un historiador después de todo? No podía ir en contra de mi espíritu inquisitivo... y además, había algo, quizás cierta familiaridad en sus facciones que lograba explicarme del todo, a veces los fantasmas del pasado tomaban los rostros menos pensados.

Lo miré extrañada sin saber que hacer. Aquella situación era extraña en cierto modo. No se porque, pero tuve el impulso de agarrarle la mano para sentarme con el en una mesa. Al sentarme, reaccioné. Era un extraño que no conocía de nada e iba a tomar algo con el. Lo miré y negué.

-Primero de todo, a) me parece ilógico que si le tengo que pagar la camisa me tenga usted que invitar, b) no bebo mas que agua, ya lo ha podido comprobar, y c) es usted un extraño. No se ni que demonios hago aquí. Mi vida es privada, y no la voy contando al primero que pase, espero que me disculpe

Miré a otro lado, era algo incómodo la verdad, aunque lo unico bueno que habia sacado era que el chico...si...era guapo

Me la quedé mirando unos segundos, atónito, sorprendido no ante su cautela sino antes su descortesía.
Entendía su desconfianza natural de muchacha perdida en un bar desconocido en plena madrugada pero tampoco había que ser tan brusco, que supiera no la había tratado vulgarmente ni había insinuado nada fuera de lugar.
-Si soy yo el que necesita resarcimiento creo que lo mínimo que puedo pedir es que se me satisfaga como me conviene, no quería que me pagara la camisa, quería hablar con usted -me encogí de hombros -No he querido importunarla, no sabía que bebía solo agua, ¿Cómo podría? Solo la he visto una vez y ha sido en la que me ha derramado su agua en mi camisa. -la miré una vez más y me puse el saco de paño gris, no pude evitar pensar "mocosa insolente" mientras trataba de que el calor que me subía por las venas no me llegara a la cabeza.
Iba a decir algo más pero salí a la calle antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, yo era Marius, uno de los vampiros más antiguos que existían, no iba a rogar por la compañía de nadie, tenía toda una ciudad para elegir.

Me quedé mirando como se levantaba y reaccioné. ¿porque me estaba comportando de ese modo tan estúpido? Cierto era que apenas conocía aquel hombre de unos minutos, pero había sido agradable. Me levanté corriendo tropezando con algún camarero. Corrí detrás de el y lo detuve.

-¡Espere!

Me quedé callada en frente de el intentando recuperar el aire, pues me costaba respirar después de haber corrido.

-Lo...lo siento mucho...de...de verdad...no se porque he sido tan estúpida...soy una mala persona...perdoneme...le invito yo a que tome algo...en serio...insisto..y no acepto un no por respuesta.

Mis facciones no mostraron ni una sonrisa, si no preocupación. Odiaba que la gente se enfadara conmigo, era odioso...se...odiosamente odioso.

Una voz interna me decía que aceptara su invitación de beber en ese mismo instante y la arrastrara al fondo del callejón más cercano, la voz a la que había aprendido a no hacer caso, por suerte para ella.
Le dediqué una mirada dura pero no por mucho, no podía culparla por ser tan apresurada, era uno de los defectos y bellezas de la juventud -No sé si mala persona, pero sí bastante ansiosa -me crucé de brazos y esbocé una media sonrisa, la miré una vez más -Voy a aceptar tu invitación pero no ahora, quizás más tarde.- Le señalé el camino de regreso al bar -¿Quieres regresar o caminamos un poco?

Me quedé pensando. Lo cierto es que me apetecía andar. La noche era joven, y era mucho mejor observarla mientras se andaba.

-Andemos un poco...¿Le parece? Ah...no me presenté...me llamo Skylight...aunque mejor Sky...es mas corto y mas fácil de recordar.

Hice una mueca. Me sentía aun culpable por haberlo tratado de ese modo. Yo no era así, al contrario, yo era dulce, cariñosa, simpática y muy alegre, pero por un rato, todo aquello se había apagado. Suspiré mirando la luna, estaba creciente, y era hermosa. Sonreí levemente y suspiré.

-¿Puedo preguntar su nombre?

Lo miré mientras empezaba a andar

Me puse las manos en los bolsillos y eché a andar a su lado, -¿Skylight? -no pude evitar reírme, me cubrí la boca con una mano, "Los dioses deben estar jugando conmigo", pensé, -Skylight, qué hermoso nombre... tienes el cabello como el sol y los ojos como el cielo, tus padres eligieron tu nombre muy bien- dije como cumplido, medité qué decirle sobre mi nombre, finalmente opté por la verdad a medias -Mi nombre es Mario - le extendí la mano para que las estrecháramos como es la costumbre moderna -Estoy de visita en la ciudad, soy de San Francisco ¿y tú?

Lo miré mal cuando vi que se reía. Negué y suspiré. Vale, si, mi nombre era extraño, ¿y que? no era para reirse. Suspiré mientras seguía andando a su lado. Le estreché la mano débilmente y la separé a los pocos segundos.

-Soy de aquí...no le gustará esta ciudad..bueno...no si es como yo...hay demasiado ruido, demasiada gente, demasiado de todo...sobra...sobran cosas

Miré a mis alrededores. Las calles, por la noche, daban algo de miedo. Estaba todo en penumbra, y solían esconderse atracadores y cosas así

-No es buena idea ir por estos callejones...no quiero que su visita acabe en tragedia

Rei levemente. La primera risa en tres semanas

Escuché sus palabras, me parecía muy particular que a una muchacha tan joven no le agradara la multitud, se lo expresé de buena manera -Es extraño que siendo una mujer joven no te agrade la vida nocturna de la ciudad -comenté -En mi caso por momentos la disfruto, por momentos me alejo de ella... Depende de mi humor, algunas noches que no quiero otra cosa a mi alrededor que las estrellas y el mar y hay otras en que no puedo imaginarme sin el bullicio de la ciudad a mi alrededor -le expliqué.
Parecía que el cumplido que le había hecho antes sobre sus ojos y su cabello no le habían agradado, "Qué niña extraña", me dije, "que piensa mal de cada cosa que hago o digo, deben haberla lastimado mucho", pensé para mis adentros.
-Y dime Sky, ¿A qué te dedicas? ¿Tienes algún hobbie? -le pregunté.

Lo miré con una mueca

-Vaya...bueno...es lógico...todos tenemos nuestros ratos...

No era algo muy común, o puede que si. Todos tenemos días en que nos apetece o no hacer cosas o no hacerlas...¿porque no el? Era una persona normal y corriente. Suspiré y me encogí de hombros.

-Bueno...deporte y musica...sobretodo música...toco la guitarra, el piano, y canto...se puede llamar hobbie si quiere...pero no mucha cosa más...ya ha visto usted que no me gusta salir de noche...es..agobiante

Suspiré y miré la luna

-¿Tocas el piano y cantas? Vaya qué singular, particularmente amo la música... no hubiera pensado que tenías afición al arte, aunque esta ciudad es un imán para los artistas debo decir -la miré disimuladamente, me cautivaba cómo la luz blanca del alumbrado público tornaba su cabello rubio en casi blanco e iridiscente, tenía un color rosado en los labios encantador y la brisa de la madrugada le mecía suavemente las ropas -Yo soy pintor -deslicé con cuidado -Aunque últimamente me he dedicado más a la fotografía, pero siempre vuelvo al primer amor.
Recordé que también hubo un tiempo en que hacía videos y cortos de cine pero esas épocas se habían terminado cuando Akasha se había levantado de entre los no muertos.
Por un instante sentí unos deseos arrolladores de retratar a mi acompañante en una pintura, casi podía verla: una figura de sílfide cubierta por vaporosas ropas de seda en un jardín lleno de vegetación tan exhuberante como ella misma, bajo la lluvia, inmóvil, traslúcida, viva y ardiente.
Creo que la atravesé con la mirada, no podría haberlo disimulado: mi ansiedad artística me había traicionado. Ojalá que no se echara a correr o se ofendiera, esta chica era impredecible. Hubiera querido proponerle que posara para mí, para llevar esa visión a un lienzo, pero se lo hubiera tomado a mal, ¿no se había tomado a mal que le invitara un trago?

Sonreí cuando dijo que era pintor. Me encantaba la pintura, de pequeña siempre había pintado, y me decían que pintaba bastante bien. Pero la música fue mi verdadera musa. Dejé de dibujar y pintar para dar paso a conocimientos como el solfeo. Suspiré y lo miré con una pequeña sonrisa.

-Ya me pintará usted algún día

Reí y me quedé callada al ver como me miraba. Sentí un pequeño escalofrío y levanté una ceja algo asustada

-Dije....¿Dije algo que no debí decir? lo...siento...no era mi intención

Hice una mueca y miré a otro lado, pues su mirada, debo decir, me intimaba en gran cantidad. Suspiré y me quedé callada. No quería meter mas la pata. Ya lo había hecho bastante desde que le había tirado la copa encima hasta reaccionar mal por una tonteria sin sentido. Me sentía fatal. Yo no era así, no se que demonios me hizo reaccionar de aquel modo.

-Qué proposición tan seductora, sería un placer, de hecho, inmortalizarla en alguna obra -solté al fin, incapaz de disimular mis deseos. Una idea se cruzó por mi mente y la transmití casi sin pensarlo -Si quieres puedo mostrarte algo de mi trabajo, tengo algunos cuadros expuestos en una galería cerca de aquí, suelo trabajar allí por las noches así que tengo las llaves.
Esperé a que me respondiera, quizás me estaba arriesgando demasiado al mostrarle un lugar en el que luego podría hallarme, siempre había sido muy celoso de mi privacidad y con razón pero algo me decía que podía confiar en ella, el meollo del asunto sería, en realidad, si ella confiaría en mí.
Sonreí con deleite cuando me confió que ella también pintaba, -Me encantaría también escucharte interpretar una pieza de piano alguna vez, es un instrumento muy noble, con colaturas tan intensas como etéreas. Y, por favor, no me trates de usted, me haces sentir viejo y claramente no lo soy. "Por lo menos no de corazón", pensé en mi fuero interior.
Le sonreí con los labios cerrados, un aroma dulzón provenía de ella, al instante me di cuenta de que era su sangre, cierta ansiedad me invadió por unos instantes.

Sonreí, debo decir, muy emocionada. Para un artista son muy importantes sus obras. Lo cierto es que me emocionaba que quisiera mostrármelas, y me emocionaba la idea de que quisiera pasmarme en un lienzo. Sentía emoción y mi corazón se agitaba por momentos.

-Claro! Me encantaría! Am...es decir...claro...si...estaría bien...

Intenté disimular mi emoción, pero reí al ver que no podía.

-Así que trabaja ...trabajas por las noches...que es...su...¿tu día de descanso?

Reí por mi broma y me quedé callada suspirando.

-Ya..bueno...se...será dificil....que toque delante de alguien

Ver entusiasmo en ella me alentó -Excelente, vamos por esta calle y tomemos Royal Street, allí está el lugar - le expliqué, la noche estaba dando un giro a mi favor, esperaba que siguiera de la misma manera.
A nuestro lado los transeúntes iban y venían, en plena madrugada la ciudad estaba más que activa. Dimos un giro para tomar Dumaine St., el calor se estaba disipando con la brisa fresca que venía desde el río, las madreselvas que colgaban como un velo desde las rejas de las casonas perfumaban el aire; era una típica noche veraniega.
Nos alejamos un poco del gentío al tomar la calle aledaña, unas risas se oían desde la avenida principal y un murmullo que decrecía.
Divisé la puerta de lugar y me dirigí hacia allí.


Fuera de juego: ¿Abrimos otro tema para la galería?

off: claro, tu o yo?

Le seguí con una sonrisa. lo cierto es que me apetecía ver su arte...esperaba que no fueran los típicos cuadros modernos, aquellos en los que un simple punto ya era arte. No me gustaba, para nada...era ilógico que eso fuera arte. ¿Que se había hecho de Monet, Velázquez, Cavallini o Van Gogh? Era horrible lo que se hacía actualmente, pero bueno, siempre se podían cambiar las modas, ¿no?

Miré todo lo que me rodeaba. lo cierto es que era bonito, y la brisa veraniega era muy agradable. Suspiré cerrando los ojos por un segundo mientras se me ondeaba el pelo alejándose del cuello para volver y cubrirlo con suavidad, como solía hacer.

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