En el atelier con Dainen

Bajamos del taxi y caminamos media cuadra hasta la puerta de mi casa, recordé que la última vez que había llevado allí a una mortal todo había acabado mal... Pero esta era otra ocasión, bajo otras circunstancias.
Abrí la puerta de madera maciza y esperé a que Dainen entrara, encendí la luz, la primera sala que se veía era el atelier en donde unos cuadros a medio acabar contrastaban contra las paredes desnudas, había pinceles reposando en un frasco con diluyente y pomos apilados en un costado. Luego al fondo se veía una de las salidas al jardín, del cual venía el suave murmullo de la fuente y a la izquierda la puerta que conducía a la sala, -Ven conmigo, te mostraré mi lugar preferido en esta residencia -le dije, aunque si quería recorrer el lugar no iba a impedírselo.

Dainen entró con él, la sensación era totalmente distinta a aquella que uno siente cuando conoce por primera vez la casa de alguien, porque esto tenía mucho mas de místico de lo que cualquiera podría imaginar. La joven recorrió el salón con la vista, le gustaba como estaban dispuestas las cosas en el atelier y sobre todo le gustaba aquel aroma inconfundible de las pinturas. Dio un repaso con tranquilidad por el lugar, aquel era su refugio y la había llevado a allí, secretamente se sentía halagada.

-Vamos...

Ella le dedicó una sonrisa, estaba ávida de conocer cosas de él, de entender las que no podía entender y de enseñarle las que ella no creía que fueran del todo un secreto para él. Tomó su mano y se dejó conducir a donde él quisiera, como ella lo veía, ya tendría tiempo para recorrer la casa si él se lo permitía porque era parte de él. De momento, con el lugar favorito de él, se conformaba.

-Ven conmigo -asentí sonriendo con suavidad, me gustaba su temperamento tan dócil por momentos y tan indomable por otros.
La guié hacia el patio, dejamos atrás unos bancos de piedra hasta que llegamos a un porche a cubierto en donde había unos asientos más cómodos, una vez allí me senté y crucé las piernas con elegancia, le indiqué que se sentara con un gesto aunque no era necesario, en ese lugar de mi residencia me sentía un espectador de la naturaleza que se desarrollaba a mi alrededor y las luces provenientes del atelier se veían acogedoras y ambarinas, una postal hogareña para mis ojos complacidos. A nuestro alrededor había algunos árboles frutales y por, supuesto, el roble por el cual había comprado la propiedad, se oía en susurro del agua de la fuente y algunos grillos.
-Bien, creo que aquí estaremos más cómodos -dije entrelazando los dedos, esperé a que se acomodara -Como te conté, fui raptado y el pueblo celta pretendía que me convirtiera en su nuevo dios y lejos de mí estaba el aceptar tal proposición -aclaré mirándola vehementemente -Traté de razonar con el que fue mi creador, pero él no iba a aceptar un no por respuesta. Me contó que era un ser de la noche y que una gran calamidad había ocurrido a lo largo del mundo, nosotros, los servidores de la luna, como llamaba él a los vampiros, habíamos sido alcanzados por el sol aun durante la noche, los jóvenes habían sido reducidos a cenizas y solo los antiguos habían sobrevivido, aunque lastimosamente como él, que tenía el cuerpo reducido a huesos y piel chumuscada -hice una pausa en la que le dediqué una mirada intensa -Si te lo estás preguntando sí, podemos sobrevivir inclusive en una forma tan dolorosa y terrible -expliqué. Hice una breve pausa remontándome a mis recuerdos nuevamente -Él me forjó con su sangre trabajosamente, pues estaba debilitado, y en cada vez que me vaciaba y volvía a llenarme con el exquisito y sensual néctar de sus venas antiguas iba dejando enseñanzas en mi mente. Las primeras eran referentes a nuestras habilidades y características, la más importante: que debía escapar de mis captores humanos después de la celebración que harían en mi honor y debía ir a Egipto a averiguar por qué había sucedido este "incendio" entre los nuestros, "Es preciso que haya un nuevo dios, Marius, fuerte y hermoso como era yo, el amante de la Gran Madre, pero sobre todo debe ser un dios lo bastante fuerte para escapar de sus adoradores, salir del roble por alguna vía, descender a las entrañas de Egipto en busca de los viejos dioses y descubrir por qué se ha producido esta calamidad.
Tienes que ir a Egipto, Marius; debes viajar a Alejandría y a las viejas ciudades y debes invocar a los dioses con la voz silenciosa que tendrás cuando te haya creado. Y debes descubrir quién vive y camina todavía, y la razón de que haya sucedido esta desgracia", me dijo -relaté recordando como si hubiera sido ayer, la voz de mi maestro resonaba en mi mente, ingrávida, llena de vigor a pesar del dolor que traslucía, me estremecí como si todavía fuera el hombre dentro de la cripta del árbol contemplando y dejándome subyugar por la criatura nocturna. -Y eso fue lo que hice. -sonreí veladamente, la observé dedicándole una sonrisa sutil, al contemplarla no podía dejar de preguntarme qué ocurriría si convertía a Dainen en un ser como yo, la idea era muy seductora aunque todavía no estaba seguro de que tuviera el carácter necesario para enfrentar la inmortalidad. Decidí descansar unos segundos y darle espacio en caso de que deseara preguntarme algo.

La chica se sentó a su lado mientras miraba todo a su alrededor, cada cosa era como un pequeño descubrimiento de él, porque por alguna razón él adoraba aquel lugar de esa manera. Se sentó a su lado pero como no quería interrumpirlo, dejó espacio entre ellos. Mientras le relataba aquella historia, Dainen lo miraba como una niña mira a un padre contándole algún cuento tenebroso; lo cierto era que por sí sola jamás se lo habría imaginado y luego se descubrió haciéndose preguntas a sí misma de lo que podía pasar si él... Negó suavemente con la cabeza, no estaba con él por eso, sino por algo más pero era tan intenso que ella no se atrevía a mencionarlo.

-¿Descubriste cómo sucedió todo?

Cruzó una pierna por debajo de la otra y se sentó de lado para estar más cómoda ante él. Sin dejar de observarlo, ciertamente había cosas que no conseguía entender pero que sabía que existían, no sólo porque confiaba en él, sino por las cosas que ella era capaz de hacer. El olor del jardín, el ruido de la fuente, empezaba a relajarla y estiró una mano poniéndola sobre la de él. No sabía hasta qué punto podía lastimarle haciéndolo recordar todas aquellas cosas. Bajó la mirada unos segundos.

-Si esto es difícil para ti... Yo puedo esperar. O mejor aún, ni siquiera tienes que decírmelo, sólo tengo curiosidad pero no quiero hacerte sentir mal.

Nuevamente clavó su mirada en la del vampiro. Quería pregunrarle otra cosa pero no se atrevía, ni siquiera se sentía con derecho. Aunque seguramente cualquiera pensaría que con lo de la noche anterior lo tenía, Dainen no era así y no podría simplemente preguntarle sobre los amores de su pasado y tampoco quería saber si ahora había alguien más. Sabía que los de la especie de Marius eran libres y como tal, no podía sentirse en derecho a nada respecto a él. Esbozó una sonrisa delicada, aunque tenía los ojos brillosos; era hora de pensar en otra cosa.

-Debe ser terrible tener que vivir así, como tu creador...